Resumen:
Compartimos la experiencia del Taller de teatro Mujeres Protagonistas que se realiza desde 2014 en la Unidad Penitenciaria (UP) N° 52 de Azul (Provincia de Buenos Aires) y que, en 2020, debido a la situación sanitaria, se realizó por WhatsApp. Haremos referencia a procesos y dispositivos de enseñanza-aprendizaje y creación teatral en la cárcel, las particularidades que se suscitaron durante la pandemia de COVID-19 y el consecuente aislamiento social preventivo y obligatorio.
Palabras clave: teatro - cárcel - pandemia - vínculos - continuidad pedagógica.
Abstract:
We share the experience of the Mujeres Protagonistas theater workshop that has been held since 2014 at Prison Unit (UP) N° 52 in Azul (Province of Buenos Aires) and that, in 2020, due to the health situation, was carried out by WhatsApp. We will refer to processes and devices for teaching-learning and theater creation in prison, and the particularities that arose during the COVID-19 pandemic and the consequent preventive and mandatory social isolation.
Keywords: theatre - prison - pandemic - bonds - pedagogical continuity.
En este artículo reflexionamos acerca de la tarea que, como docentes de teatro, desarrollamos en la Unidad Penitenciaria N° 52 de la localidad de Azul, Provincia de Buenos Aires. Nuestra labor se desarrolla en el marco del programa La Universidad en la Cárcel, iniciado en 2012 por la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN).
Consideramos valioso destacar también la articulación entre nuestra tarea en el programa de Extensión y las acciones desarrolladas en el Programa de Educación en Contextos de Encierro (PECE) que desde 2009 llevan adelante un grupo de docentes y tutores de las Facultades de Ciencias Sociales y Derecho de la UNICEN (Umpierrez, 2020).
La perspectiva integral con la que abordamos nuestras funciones en la universidad, también hizo que –desde 2018– participemos de un grupo interdisciplinario de investigación que se nuclea en torno de Proyectos Interdisciplinarios Orientados (PIO) para llevar adelante investigaciones en la temática de Acceso a Derechos: educación, arte y cultura en la cárcel (2018), Acceso a Derechos y Vida Cotidiana en la Cárcel (2019-2020) y Vida Cotidiana y Acceso a Derechos en la Cárcel. Trazas de sentidos (2021), con financiamiento del programa de Fortalecimiento de la Secretaría de Ciencia, Arte y Tecnología de la UNICEN.
Asimismo, las autoras de este artículo participamos en el desarrollo de propuestas artísticas en el Centro Cultural Itinerante el Musguito1, dirigido por Analía Umpierrez que, desde el año 2015, procura la circulación de artistas y propuestas artístico-culturales en las unidades penitenciarias siete y 52 de Azul, dos y 38 de Olavarría y que en 2020 fue designado Punto de Cultura, en la convocatoria del Ministerio de Cultura de la Nación.
A continuación, procuraremos hacer un recorrido, a modo de bitácora, con paradas, avances y retrocesos en una escala temporal que nos permita reflexionar sobre los alcances, las formas, los aprendizajes, las maneras de desaprender y reaprender que nos han atravesado e incidido en nuestras prácticas docentes y artísticas, desde el inicio de los talleres de teatro en una cárcel de mujeres, hasta la experiencia reciente de enseñar, producir, compartir y mostrar teatro desde las pantallas, en un entorno de limitaciones tecnológicas y de conectividad.
En el teatro, el foco, la atención, la centralidad de la mirada está puesta en el aquí y ahora, en lo que sucede en escena con uno o más actores o actrices construyendo historias, con sus cuerpos, con recursos escenoplásticos y con la imprescindible presencia sincrónica de espectadores.
El aislamiento sanitario y el distanciamiento como medida preventiva de contagio de Covid alteró las formas del hacer teatral y puso en debate si lo que podría transmitirse en pantallas se denominaría teatro o si sería otra cosa. Esta es una cuestión que aún no ha sido suficientemente sistematizada y debatida en ámbitos especializados pero que, a los fines de esta comunicación, tampoco resulta significativo profundizar porque, sea en un mismo espacio o a distancia, lo que procuramos fue sostener prácticas educativas y artísticas que devinieron en otras maneras de teatrar, como nos gusta decir emulando al maestro Mauricio Kartun (2010).
El 12 de marzo de 2020 tuvimos el primer y único encuentro presencial de ese año del Taller Mujeres Protagonistas, nombre elegido por las personas detenidas en la Unidad Penitenciaria N° 52 de la localidad de Azul. Desde hace siete años, casi siempre en el mes de marzo, comenzamos a coordinar el Taller de teatro. Para ello viajamos quincenalmente, desde Tandil, recorriendo algo más de 100 kilómetros entre nuestra ciudad y el penal. Allí, compartimos, con personas privadas de libertad ambulatoria, un espacio para crear en escena utilizando herramientas del juego dramático.
En el mes de abril de 2014, dos profesoras de Teatro de la Facultad de Arte de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), comenzamos esta propuesta que derivó en multiplicaciones y transformaciones diversas. El taller de Teatro tuvo (y tiene) implicancias sobre nuestro trabajo en procesos de formación docente de grado2 proporcionando una dimensión territorial situada a los procesos de enseñanza en contextos diversos. Marta Souto (1996) define al aula como:
El escenario donde se producen las prácticas pedagógicas (…). Es el ambiente donde los eventos, los sucesos transcurren. Pero la clase es más que ello, abarca los procesos y las relaciones que en ese ambiente se producen. En ella se dan formaciones específicas, peculiares configuraciones de tarea, de relaciones, etc. En ella se reflejan, se dramatizan configuraciones propias de la dinámica institucional, pero también surgen y se extienden a la institución núcleos de significación propios. La clase es, al mismo tiempo, lugar de encuentro y de contraposición entre deseos individuales y formaciones grupales e institucionales. Es en el cruce y desde los atravesamientos que se da la vida de la clase. (Souto, 1996: 137)
En nuestras intervenciones educativas y artísticas en la cárcel, nos apoyamos en ese carácter situado de la enseñanza, que en pandemia implicó re-situarnos, ya no en el Salón de Usos Múltiples como aula física donde se producen las relaciones de aprendizaje, sino en la multiplicidad de pantallas que albergaron los encuentros y también implicó otras maneras de ponernos en situación o situaciones que iremos desarrollando en el texto y que apelan al carácter simbólico y ya no sólo material de la práctica situada.
Fueron Etienne Wenger y Jean Lave (1991), quienes desarrollaron la teoría del aprendizaje situado en la que los aprendizajes suceden en relación con los procesos por los que se adquiere conocimiento en la práctica, a través de múltiples actores, que implican tanto profesores como estudiantes. Es a esos procesos a los que nos referimos en esta comunicación.
Decíamos que nuestro trabajo en la cárcel constituye un modo de entender la integralidad de las funciones de la universidad: docencia, investigación y extensión, más otra que en especial nos da identidad como docentes de arte y que nos interesa destacar: la práctica artística. En las intervenciones en cada espacio donde llevamos adelante nuestro trabajo artístico y educativo procuramos que esas funciones se nutran entre sí, que la investigación nos permita hallar, conocer, discutir e interpelar marcos conceptuales con los que intervenir en los procesos educativos o en las creaciones artísticas en la cárcel y que la experiencia, la empiría, permita que esos marcos teóricos se discutan, promuevan y aporten a la construcción de teorías que de manera dialéctica realimenten nuestras funciones en ese ámbito que –no está de más decir, al menos desde nuestra experiencia– no ofrece sino desde proyectos extensionistas el acceso a la circulación y producción de las artes.
Desde el inicio del taller, insistimos en la necesidad de institucionalizar la participación de la Facultad de Arte en las intervenciones educativas en la cárcel. Así fue que se promovió la incorporación de dos estudiantes avanzadas y graduadas de la Facultad de Arte (UNICEN), aportando a la formación complementaria en las trayectorias de la cursada de la carrera de grado y que operó transformaciones en las subjetividades implicadas.
En este artículo compartiremos testimonios de las personas detenidas, de las docentes del taller, de un compañero cineasta que compartió el último encuentro por videollamada y nos resulta interesante mostrar esos relatos que aluden a las transformaciones subjetivas en primera persona.
Comprendemos que la escritura académica tiene sus reglas constructivas y advertimos que el modo que mejor nos representa en esta sistematización, en este ir y venir de la experiencia a los textos, de las normativas a los espacios carcelarios, es intentar dar cuenta en formato académico de aquello que se construye en el hacer, en el sentir y en el enseñar sensible, en discursos unas veces colectivo y otras, relatos singulares. Así lo refleja el testimonio de una de las docentes del taller:
Es muy difícil poner palabras a la experiencia como docente del Taller en la UP 52 desde 2018 hasta la fecha. Es difícil explicar lo que uno vive. Y más difícil aún es explicar cómo y de qué manera una se transforma a medida que las clases avanzan en el tiempo, por lo tanto, los vínculos, por lo tanto, la implicancia.
De todos modos, intentaré acercarlos a que puedan dar cuenta del trabajo que llevamos adelante y de lo que eso significa para mí como parte del equipo y como ser humano.
El interés de trabajar en contexto de encierro data desde mucho en mí, allá por el 2005 estudiando Trabajo Social ya se me había dado por pensar que algún día desarrollaría en la cárcel mi profesión. Las decisiones que tomé en mi vida me llevaron a abandonar la idea de ser trabajadora social hasta que me decidí, nueve años después y talleres de teatro mediante, a anotarme en la carrera de teatro, con pocas expectativas de terminar, y sin querer me encontré recibida en 2019. Un año antes, en 2018, había comenzado a averiguar por el taller que se llevaba a cabo en la Unidad Penitenciaria 52. Mis profesoras se pusieron en contacto conmigo sabiendo de mi interés y así fue que de un momento a otro me estaban pidiendo mis datos para informar que una nueva docente (en ese momento no lo era) iba a sumarse al equipo del Taller.
Con más miedos e incertidumbres que emoción y gracias, llegué a mi primer día y para sorpresa de mí misma lo primero que recibo de parte de las participantes fueron abrazos, risas, gritos y entusiasmo. No podía creer lo que veía. La clase se desarrolló normalmente. Hasta por momentos creo que me olvidé del lugar en el que estaba. Quienes asisten al Taller también lo manifiestan: «cuando venimos al Taller nos olvidamos por un rato de dónde estamos o de los problemas que tenemos», esa es una declaración bastante recurrente y les aseguro que es así para mí también.
La cuestión de los Derechos, la Educación, el acceso a ambas cosas y la garantía de que así sea para todas y cada una de las personas, siempre fue algo que me motivó a trabajar o a hacer lo que he hecho hasta hoy. El intento por devolver una parte de las oportunidades que he tenido y que me han llevado a estudiar y a ejercer mi profesión de la mejor manera que he considerado y que he podido, siempre fue en algún punto lo que hizo que hoy habite las realidades en las que trabajo. Y el contexto de encierro, más precisamente la Unidad Penitenciaria de Mujeres N° 52 fue y es cada vez mi desafío más grande.
El primer día que entré a dar la clase a transmitir saberes y quién sabe cuántas cosas más pensé que iba a hacer, a medida que avanzaba la hora me iba dando cuenta que ni di clase, ni transmití saberes, solamente viví y me transformé de una manera más humana, en una compañera más. Cuando estoy ahí adentro, en ese Salón de Usos Múltiples (SUM) frío y hasta casi helado en invierno, donde la voz rebota y no nos entendemos mucho si hablamos todas juntas, no soy Clarisa la docente, simplemente soy quien tiene la oportunidad en ese momento de garantizar esa pequeña porción de Derecho a la Educación y más precisamente, a la Educación Artística que tanta falta hace en todos lados. No solo en los lugares donde el acceso a la educación es escaso o casi nulo, en todos lados.
Ser parte de las docentes que entran a una Unidad Penitenciaria ha transformado mi humanidad. Mi manera de recibir y de ofrecer. Mi manera de sentir. Mi manera de mirar. Mi manera de esperar. Yo creo que no enseño, yo creo que aprendo cada vez que entro a dar clases. (C.V., testimonio escrito, mayo de 2021)
Otra de las autoras de este trabajo reflexiona al respecto y dice:
Mi acercamiento e introducción al espacio del taller fue motivado por un deseo personal de ir al encuentro con aquellas mujeres, de intercambiar saberes, de hacer teatro. A medida que fueron transcurriendo los años (ya que este es el quinto año en el que participo del taller como co-coordinadora), las motivaciones se ampliaron, también el autocuestionamiento y las preguntas: ¿por qué y para qué? ¿Desde qué lugar estoy contribuyendo a la educación artística de esas personas? ¿Cómo pienso a esas personas, con perspectiva de acceso a derechos? ¿Cómo pienso el derecho a la educación artística? ¿Cómo garantizar este derecho?, son algunas preguntas que fueron surgiendo y reformulando desde mi interior. Algo súper enriquecedor ha sido y es el trabajar en equipo, el poder debatir junto con mis compañeras no solo la planificación de las clases o actividades a realizar, sino los fantasmas, las incertidumbres, los bajones, las motivaciones y todo lo que nos atraviesa nuestra práctica docente artística en el contexto de encierro en la Unidad 52.
Al tomar en cuenta que ahora, en contexto de pandemia, la modalidad de las clases cambió, fueron y son otros los obstáculos o desafíos que tuvimos que sortear y resolver. Recuerdo que cuando nos comunicaron que ya no podríamos ingresar a la unidad, ¡era impensada para mí la idea de clases virtuales de teatro! Creo que eso sucedió con todo el sector artístico, pero desde la práctica docente en la Unidad Penitenciaria, aún más. Porque ya existe una distancia que es real, y es el hecho de que la unidad está situada en Azul, nuestra ciudad aledaña, a la que viajábamos cada 15 días, porque no había posibilidades presupuestarias para costear los gastos e ir todas las semanas. Lo que implicaba, un ir súper enérgico, motivado y expectante, y un volver a Tandil, con sensación de satisfacción, pero a la vez con ganas de más, de que fue poco, y con la certeza de que hasta dentro de 15 días no íbamos a volver; a volver a verlas, a compartir, a intercambiar, a construir, a hacer teatro. Otra distancia real, me permito enumerar y denominar distancias reales, es el muro: cada puerta y reja en el recorrido hasta el SUM, cada comunicación no exitosa con la coordinadora de turno, con la autoridad responsable de facilitarnos el espacio y la concurrencia de las participantes, entre otras cosas. Esa sensación de que entrás y no salís, esa sensación de encierro, de separación del mundo, del afuera, de lo imposible. Y en el encuentro esa distancia desaparecía, llegabas al SUM, las bajaban y las rejas desaparecían, los kilómetros se volvían insignificantes, y sucedía lo innombrable, lo que carece de palabras, lo que solo se entiende en el tránsito por ese espacio y en el convivio. Pero ahora hay otra distancia real, la imposibilidad de convivio.
El año pasado (2020) trabajamos mediante llamadas de WhatsApp, haciendo previamente las cargas de datos a los respectivos celulares que utilizaban las participantes y coordinando actividades mediante un grupo de WhatsApp. Siempre fue y es aún una incertidumbre el cómo se va a dar, si es que vamos a contar con una buena conexión o no, si todas serán efectivamente comunicadas respecto a lo que es el horario del taller y si les van a permitir acceder o no.
Este año, en 2021, las clases se llevan a cabo de forma virtual mediante la plataforma de Google Meet, a diferencia del año pasado. Gracias al acompañamiento de la coordinadora pedagógica quien gestionó que se pudiera utilizar el SUM para realizar el taller, la dinámica o las actividades a proponer se ampliaron y cambiaron, ya que el año pasado el límite era la pequeña celda, y ahora se pueden realizar actividades con desplazamientos y movimientos del cuerpo más libremente. Aun así, las incertidumbres siguen siendo las mismas respecto de si las van a bajar, y la posibilidad de saber porqué cuando se ausentan, preguntando entre las compañeras los motivos, si es que alguna sabe, o escribiéndole a la coordinadora pedagógica por el chat de WhatsApp. Sin embargo, aunque tenemos estas maneras de comunicarnos, aún se siente ese vacío, que viene de esa distancia real, que antes desaparecía con el convivio. Ahora surge esa necesidad de hablar más fuerte y pausado, mientras damos la clase mediadas por la tecnología, creyendo que quizás no nos escuchan bien; sentir que hay limitaciones a la hora de intervenir en lo que sucede espontáneamente en el transcurso de la clase, ya sean comentarios que se pierden por mala calidad de audio, o delay, o porque son comentarios por lo bajito, o por el barbijo que no nos permite ver bien sus expresiones; esos gestos que te dicen si la clase se tornó aburrida, si quieren seguir participando o no, si a alguna le dio vergüenza algo, entre otras cosas. Y de esta manera, se experimenta el tecnovivio –concepto que desarrollaremos en el artículo– que desdibuja nuevamente un poco los límites de las distancias reales, que las desafía, que atraviesa los muros a través del aire, en esta era de las comunicaciones y las redes, que genera la ilusión del encuentro, de que aún es posible enseñar allí, enseñar y hacer teatro, compartir experiencias. A su vez este tecnovivio nos permite realizar clases todas las semanas, (achicando un poquito más la distancia que implicaban esos 15 días), desafiando el presupuesto con el que contábamos para viajar. De la mano del tecnovivio, el grupo de WhatsApp tan utilizado por toda la sociedad, acá cumple un papel fundamental, e incluso hace que la comunicación con las mujeres sea aún más íntima, más directa, en algún sentido. Si alguna faltó por algún motivo o si otra quiere participar del taller, lo puede manifestar mediante un mensaje, audio o llamada, puede hablar directamente con nosotras y el mensaje no se desdibuja, como sucedía a veces aún en la presencialidad, cuando nos decían que no las bajaban porque ellas no querían y en realidad ni las habían llamado, entra tantas otras cosas. Lo que empezó como una experiencia en el campo de la educación artística en contextos de encierro a través del Taller de Teatro en la UP 52 de Azul, se transformó para mí, en estos tiempos, en algo más, algo superador. El hacer docente, el hacer artístico, el acompañar, el construir puentes que unan, que posibiliten y permitan el acceso a la educación artística, el sortear obstáculos inesperados, el plantear estrategias que hagan frente a las posibilidades que nos da esta situación particular de pandemia, el crear posibilidades impensadas por otros. Y la satisfacción enorme de hacerlo junto a mis compañeras, de transitar por este espacio, ya sea de manera virtual o presencial; y sobre todo, las ganas de seguir haciendo, de seguir promoviendo los derechos de las personas privadas de su libertad, el derecho imponderable a la educación artística y todo lo que sucede, cuando el arte sucede, cuando el teatro teatra, en aquellos lugares. (M.B., testimonio textual, mayo 2021)
Otra de las autoras, le pone palabras a las transformaciones operadas en su construcción subjetiva:
En el año 2014, cuando fui convocada para participar del proyecto, no tenía ningún tipo de experiencia de ingreso a un penal, ni siquiera como actriz participando de algún espectáculo. Fue importante para mí sortear los prejuicios propios y sobre todo los de mi familia y amigos, que no estaban de acuerdo con mi decisión, explicitando los peligros a los que me expondría.
Hoy, después de siete años, agradezco haber seguido mi vocación de enseñar teatro, sumando en mi trayectoria la decisión de participar en este contexto diverso y complejo, y vivir y transitar este espacio carcelario, para poder transmitir esta experiencia a los estudiantes que cursan Práctica de la Enseñanza en la Facultad de Arte, de la cual soy profesora, desde el año 1993. Y así poder desmitificar y combatir prejuicios sobre estos espacios de intervención diferentes, de los cuales se infiere mucho, se opina demasiado, pero sin haberlos transitado. El vivirlo, el transitarlo, nos ha dado herramientas para compartir nuestros aprendizajes y animar a nuestras/os estudiantes a tomar la posta y que se comprometan a seguirnos en este camino por el Arte.
Ignoramos qué situación llevó a cada una de las participantes del taller a estar detenida, ni queremos saberlo. Nosotras no somos psicólogas, ni nuestros fines son terapéuticos, enseñamos teatro que es eso para lo cual realizamos nuestros trayectos formativos como actrices y profesoras en la Facultad de Arte.
Las ansias con las que nos esperan, el respeto, el cariño, las ganas de aprender y de participar en cada actividad que llevamos planificada, la escucha atenta en las devoluciones que realizamos para mejorar cada trabajo presentado, son algunas de las vivencias por las que puedo afirmar que ha sido y es una experiencia maravillosa, transformadora, para mí y para todas. (M.B.T., testimonio en audio para podcast Alcen Las Barreras, episodio nueve, inédito a la fecha del envío, disponible en Spotify, Ivoox o Youtube)
Institucionalmente, al interior del profesorado, el espacio contribuye a la construcción de saberes en torno de las prácticas docentes y artísticas en contextos diversos. Pudimos conocer desde adentro las problemáticas del acceso a la educación y a las artes en una institución penitenciaria, las lógicas institucionales que organizan el espacio y el tiempo en la cárcel, lógicas sobre las cuales debemos organizar las propuestas de enseñanza tanto en modo presencial como virtual.
En esas lógicas escuchamos al personal del servicio penitenciario hablar de bajar al SUM, que significa trasladar a las participantes del taller desde los pabellones, para que ingresen al Salón de Usos Múltiples, espacio acordado para dar la clase de Teatro. Sin embargo, en muchas ocasiones nos encontramos con la imposibilidad de usarlo por estar ocupado con visitas u otras actividades organizadas sin previo aviso, destinándonos algún aula desocupada de escuela, muy pequeña, teniendo que adaptar al nuevo espacio y en el momento, las actividades programadas. También, cuando nos referimos al tiempo transcurrido, este toma diferentes dimensiones: sentimos que es eterno mientras esperamos a que las participantes del taller ingresen a la clase; y sentimos que se acorta, que el tiempo vuela cuando estamos en plena tarea y alguien del servicio las retira, interrumpiendo las actividades, para firmas u otros trámites (oficios, traslados, etc); tiempo que no se recupera porque tenemos un horario para finalizar la clase y salir de la UP.
A todo esto, hace referencia Andrea Alliaud (2015) cuando habla de la importancia de las experiencias en la formación docente. Ella dice que:
En todos los espacios de formación tenemos que apelar y convocar muchas y variadas experiencias de enseñanza. Experiencias que nos impliquen, experiencias convocantes, que promuevan el pensamiento, la invención, la producción de cursos alternativos de acción (...) que preparen a los futuros docentes a abrirse a lo inesperado (...), en la formación docente se puede y se debe aprender de la propia experiencia, de la experiencia de otros y también, de aprender juntos. (Alliaud, 2015: 43)
Es en esa experiencia compartida en la que comenzó a construirse un espacio para ampliar accesos a derechos educativos y culturales en sentido amplio para las personas privadas de la libertad.
El 12 de marzo de 2020 fue la última vez que entramos de manera presencial a la Unidad Penitenciaria Nº 52, pero no la última vez que tuvimos encuentros del Taller de Teatro con las Mujeres Protagonistas.
Desde el inicio del proyecto, advertimos que habitar la cárcel como espacio para garantizar acceso a derechos no podía tratarse de un asunto de deseo personal, de compromiso o convicción ideológica, de voluntades ancladas a proyectos de extensión universitaria o voluntariados de corto plazo. Teníamos que diseñar algún dispositivo que posibilitara la continuidad del espacio y el sostenimiento del proyecto en el tiempo. Pensamos entonces en pasar la posta, como ejercicio en la experiencia de transmisión de saberes. También pasar la posta como acto de renovación de energías, de dosificar esfuerzos, como en el deporte, y, sobre todo, de otorgar continuidad a los proyectos, aunque las personas involucradas cambien (Ballent et al., 2018). De ese modo se conformó el actual equipo docente de cuatro profesoras, las autoras de esta comunicación, que llevamos adelante el espacio del Taller Mujeres Protagonistas en la Unidad Penitenciaria N° 52 de la localidad de Azul, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Una cuestión central, para nosotras, es la perspectiva desde la que elaboramos la propuesta educativa, promoviendo acceso a derechos que son frecuentemente negados para muchas personas en el tránsito casi sin escalas de la niñez, a la adolescencia y a la adultez, donde lo que prevalece de manera constante es la vulneración de derechos, la exclusión, la denigración y la revictimización.
Otra cuestión ineludible en nuestras intervenciones es el compromiso resultante de nuestra formación y desarrollo profesional en instituciones de educación pública. Reconocemos y valoramos que la educación pública es sostenida por la totalidad del pueblo argentino y, sin embargo, son aún enormes los sectores sociales que no acceden ni logran permanecer en el sistema educativo, ni realizar trayectos de formación profesional, ni participar activa y críticamente de la elaboración de planes y proyectos que redunden en círculos virtuosos de emancipación.
En tiempos de pandemia, la falta de trabajo se recrudeció y con ello se abrieron aún más las puertas a los delitos. La falta de proyectos y de oportunidades educativas y laborales en muchos sentidos habilitó tránsitos hacia la cárcel para poblaciones cada vez más jóvenes.
En el 2020, al retomar las clases en la UP, recordamos nuevamente que era necesario tener en cuenta las lógicas institucionales que organizan el tiempo y el espacio de modo diferente al que estábamos habituadas a transitar en otros espacios de enseñanza y de producción artística, escolares o no escolares. Y así llegamos allí, a compartir dos horas de teatro con las Mujeres Protagonistas. Algunas de las lógicas que mencionamos son la asistencia de las estudiantes que no siempre es regular; los traslados de las personas detenidas a otras unidades; la realización de diversas actividades ligadas a oficios en el penal; el aislamiento por sanciones o, en ciertas oportunidades, la no convocatoria del personal penitenciario avisando de nuestra llegada, son algunas de las causas que condicionan la conformación de un grupo más o menos estable. No obstante, con la metodología de trabajo en equipo, tan característico en el quehacer teatral, las finalidades previstas para el taller, se han podido materializar en producciones teatrales que se han compartido en muestras organizadas al menos dos veces por año. ¿A qué finalidades nos referimos? A la adquisición de rutinas y prácticas de preparación corporal y vocal para el abordaje del trabajo escénico, la improvisación a partir de estímulos como modo de producción de ficciones en teatro, el desarrollo de procesos de escritura teatral y la puesta en escena de textos dramáticos, de autoría propia, colectiva o de dramaturgas y dramaturgos preferentemente nacionales.
En ese primer encuentro, antes de decretarse el Aislamiento Social y Preventivo Obligatorio (ASPO) y como lo hacíamos en cada primer encuentro de cada año que concurrimos al penal, las coordinadoras propusimos una actividad que nos permitiera conocer las expectativas, motivaciones y conocimientos previos que tenían las participantes acerca del teatro y del espacio del taller, para así poder planificar una propuesta acorde, que incluyera las diversidades de trayectorias y experiencias de cada una con las artes. Consideramos que esto era primordial, porque el espacio es de y para ellas y se construyen saberes en el hacer desde lo que cada una aporta.
En tres papeles tipo afiches escribimos preguntas y cada una de las participantes del taller fue pegando un papelito con su respuesta. Las preguntas fueron las siguientes: ¿Qué es para vos el teatro? ¿Por qué te inscribiste en el taller? ¿Qué te gustaría hacer en el taller de teatro 2020? Al finalizar ese único encuentro presencial de 2020, leímos las respuestas en voz alta y conversamos acerca de algunos puntos en común. Se expusieron visiones acerca del teatro como un arte que genera alegría, donde pueden expresarse. También, hablaron del espacio del taller como un lugar para poder compartir, para olvidarse por un momento del encierro en el que viven. Y aludieron al deseo de producir obras, específicamente comedias; de escribir historias; que haya música. Algunas hicieron hincapié en perfeccionarse en la actuación, o en crear producciones de carácter profesional, de excelencia y otras similares manifestaciones que a las docentes nos ofrecieron indicios desde donde construir criterios y planificar por dónde empezar y hacia qué apuntar en el Taller de las Mujeres Protagonistas 2020.
Luego de un par de meses de aislamiento y sin ningún tipo de contacto con las participantes del taller, recién cuando el Servicio Penitenciario Bonaerense autorizó el uso de aparatos telefónicos celulares para la comunicación de las personas detenidas con sus familiares, obtuvimos permiso para establecer algún modo de continuidad pedagógica a través del mismo medio. Pudimos comunicarnos con algunas –muy pocas– de las participantes del taller que contaban con dispositivos móviles y les consultamos si estaban dispuestas a participar de la propuesta y continuar con los aprendizajes mediados por tecnologías. Y así, en cada pabellón logramos comunicarnos con al menos una de ellas que en acto solidario (teniendo en cuenta el contexto); ponía a disposición su teléfono para realizar algunas actividades teatrales a través de las pantallas.
Todo fue aprender. Aprender a usar las pantallas, a respetar turnos para hablar y escucharnos, a vencer prejuicios respecto de hacer teatro de otro modo que no sea en el aquí y ahora del tiempo presente, convivial, como acontecimiento de reunión de almas, en un intercambio aurático... «En el convivio no sólo resplandece el aura de los actores: también la del público y los técnicos. Reunión de auras, el convivio teatral extiende el concepto benjaminiano. El encuentro de auras no es perdurable, dura lo que el convivio» (Dubatti, 2015: 12).
La participación en el primer encuentro de teatro por WhatsApp fue en un número cercano a la mitad de las personas inscriptas al inicio del taller. Como dijimos, usamos videollamadas de Meet, de Zoom y en mayor medida las de WhatsApp para poder trabajar durante una hora conectadas con participantes de dos pabellones, ocho mujeres que esperaban volver a tener clases de teatro.
Paulatinamente, fuimos ensayando maneras de sostener la tarea, unas veces complicada por malas condiciones de conectividad en el penal y, en ese caso de no poder conectarnos por el chat grupal, llamábamos o mandábamos mensaje individual al dispositivo de alguna de las participantes para que avisara a sus compañeras que estábamos ya en línea para comenzar la clase.
En algunas ocasiones el ánimo de las personas detenidas –atravesando extremas condiciones de aislamiento es más que comprensible– no favorecía la situación de abstracción o concentración exclusiva para el aprendizaje, en la actividad teatral propuesta. Cuando esto sucedía, sea por esa razón o por razones diversas y alguna no asistía al taller, nos poníamos de acuerdo entre las profesoras para que una de nosotras enviase un mensaje personal al celular de la estudiante que se encontraba ausente, para acompañarla y alentarla a que participe de la próxima clase, desde nuestro rol docente, sin intromisiones en su vida privada, con el ánimo de convidar a crear con formas artísticas y transformar dolores y angustias en actos resilientes.
Unas veces se lograba sincronicidad en los encuentros, otras veces se enviaban las consignas de trabajo mediadas por el chat, y a la vuelta de mensaje llegaban en formato video las escenas producidas dentro de la celda, con audios comentando sus aciertos o sus dificultades y consultando cómo hacer para mejorar el trabajo.
Unas veces todos los pabellones conectados, otras… silencio absoluto del otro lado.
Como equipo docente, sostuvimos la adrenalina de mayo a diciembre en la incertidumbre del camino que se va recorriendo paso a paso, minuto a minuto. Ninguna certeza, excepto la confianza de que entre todas iríamos construyendo otros modos de teatrar (Kartun en Dubatti, 2010).
Pudimos reunir dos condiciones: una, la voluntad de garantizar el acceso a derechos educativos y artísticos para las personas privadas de la libertad y otra, el deseo de compartir nuestra pasión por enseñar teatro. Con ellas rediseñamos formatos para que teatrar fuese posible sin la presencia convivial que implica compartir en tiempo presente, cuerpos y espacios de construcción de dispositivos teatrales, jugar, disfrutar, espectar, crear.
Modificamos frecuencia de las clases, de quincenal a semanal. En vez de encuentros de más de una hora cada 15 días, organizamos comunicaciones semanales 45 minutos. El motivo del cambio fue para tratar de optimizar las comunicaciones, porque se les descargaban las baterías, se les agotaban los datos de los paquetes de los abonos de internet o de las cargas que antes de cada encuentro el equipo docente realizaba a los celulares de quienes los ponían a disposición para la clase.
Referenciamos anteriormente a dos reconocidos teatristas argentinos para pensar y diseñar el dispositivo de encuentros remotos; hablamos de los maestros Mauricio Kartun y Jorge Dubatti.
De Jorge Dubatti (2015), celebramos su referencia al teatro como acontecimiento convivial, que requiere de poiesis y de expectación, muy diferente del tecnovivio, que sería precisamente la posibilidad de encuentro vía telemática, mediado por algún soporte o herramienta tecnológica. Dubatti (2015) dice que: «Llamamos convivio teatral a la reunión de artistas, técnicos y espectadores en una encrucijada territorial y temporal cotidiana (una sala, la calle, un bar, una casa, etc., en el tiempo presente), sin intermediación tecnológica que permita la sustracción territorial de los cuerpos en el encuentro» (Dubatti, 2015: 44). Coincidimos con él cuando dice que el teatro no puede ser enlatado, que si hubiera registro de él, al acontecimiento resultante ya no sería posible llamarlo Teatro, y denomina tecnovivio –opuesto al convivio– al fenómeno de la intermediación tecnológica en la realización teatral, definiéndolo como «la cultura viviente desterritorializada por intermediación tecnológica» (Dubatti, 2015: 44). En este fenómeno se reconocen al menos de formas, una interactiva (el chateo, los mensajes de texto, los juegos en red, videollamadas, etc.), que implica la conexión entre dos o más personas y una forma que el investigador denomina tecnovivio monoactivo, en el que no se establece un diálogo, sino la relación de una persona con una máquina o con el objeto o dispositivo sin presencia de otro, productor de sentidos.
Cuando hablamos de convivio y tecnovivio, nos referimos, en este caso, a la relación que por un lado fue convivial, la de las Mujeres Protagonistas en la celda o el pabellón, actuando en pequeños grupos para luego compartirnos, de manera tecnovivial, las escenas filmadas o en los encuentros sincrónicos por videollamada.
Claro que la nuestra no es la única experiencia de hacer teatro por pantallas. Colegas de otros puntos del país han publicado recientemente sus experiencias. Nos parece análoga la que nos ofrece una colega de la Universidad Nacional de Cuyo que dice que:
En esta inimaginable y extraordinaria realidad, estamos construyendo experiencias de aprendizaje individuales y colectivas, conservando nuestro enfoque pedagógico del arte como campo de conocimiento, a través de prácticas con sentido, tomando decisiones para la resolución de problemas y aplicando nuestra inteligencia emocional. Estamos saltando las pantallas para abrazarnos con los ojos y los gestos, en esa complicidad construida en tecnovivio. (Viggiani, 2020: 78)
Así como nos apropiamos del término convivio acuñado por Dubatti (2010), del maestro Mauricio Kartun (2010) tomamos prestado el concepto de teatrar, que señala el fluir, un ir siendo, un hacer haciendo. Kartun (2010) lo explica magistralmente así:
Que allí donde el lenguaje tradicional nos obliga a ver el mundo como estructuras rígidas y estáticas sea capaz de captar el fluir de los procesos, su interconexión. A ver: que sea capaz de hacer comprender que un árbol arbola. (...) Bueno: el teatro es eso: una energía que corre y gira desde hace siglos generando signo y forma en su vértigo morfológico. (Kartun en Dubatti, 2010: 21)
Durante años sostuvimos que hacer y vivir el teatro, era posible sólo con los cuerpos aquí, frente a frente en un tiempo y un espacio compartidos. Sin embargo, esta pandemia y la necesidad de seguir teatrando, hizo que buscáramos maneras de sobrepasar los límites y las limitaciones que las pantallas y las conectividades mostraban.
Esto también significó vencer los límites impuestos por nuestros prejuicios en torno de las tecnologías, que seguían interfiriendo en esa articulación teoria-praxis… ¿Cómo haríamos teatro sin estar presentes? ¿Eso que hacíamos era actuar con delay? ¿Sería teatro filmado? ¿Ejercicios y juegos sincrónicos y asincrónicos? Son estos algunos dilemas que aún tenemos quienes nos aventuramos en sostener la enseñanza y la producción de teatro por pantallas, sosteniendo vínculos y facilitando que, en algunos instantes, en los pabellones en 2020 o en el SUM en 2021 el convivio teatral sea posible.
En este contexto de aislamiento social preventivo y obligatorio y frente a la incertidumbre respecto del retorno a las nuevas normalidades, mientras aguardamos el retorno a las aulas con formatos híbridos, mitad presencial, mitad remotos, misturamos los aportes de ambos para trascender nuestros propios prejuicios respecto de los límites impuestos por las tecnologías para hacer teatro, priorizando la posibilidad de sostener los vínculos de las maneras posibles, de inventar historias, de proponer maneras de mantener los cuerpos activos, de acercarnos a sentir, ver, producir, aquello que dimos en llamar teatrar por pantallas.
En las comunicaciones iniciales, cuando el contacto telefónico fue posible y periódico, recopilamos sus sentires y expectativas. En esos primeros encuentros mediados por tecnologías una de la Mujeres Protagonistas, que concurre al taller desde hace tres años, nos compartió en una de las videollamadas lo siguiente:
Yo estaba muy entusiasmada de todos los talleres que había. Huerta, cine, teatro y ahora me doy cuenta que no salgo a ningún lado y que me estoy volviendo loca, nos estamos volviendo locas todas... pero bueno nos llevamos lo mejor posible… extrañando salir un poco a ver algo acá afuera, la Facultad, teatro, cine, todo lo que estaba haciendo… (E., testimonio del 19 de mayo de 2020)Otra de sus compañeras nos confió que:
Por un lado, contenta porque estamos en comunicación con nuestras familias, podemos vernos a través de una videollamada, pero bueno, la rutina de acá es por ahí… queremos que vuelva rápido el colegio, los cursos, la verdad que la situación está un poco intolerable también, pero dentro de todo tratamos de sobrellevar las cosas, pero hay veces que hay momentos, como que no… no se puede. La única salida que yo tengo es un oficio, a veces y nada más. (P., testimonio del 19 de mayo 2020)Con estas palabras y otras que fueron compartiendo en ese y en los siguientes encuentros, comenzamos a advertir la complejidad del aislamiento, que percibimos se fue profundizando con el correr de los meses.
Miedo a la pandemia, la preocupación por la situación de los miembros de sus familias y personas cercanas (a los que no se les permitió durante meses el ingreso al penal para visitarlas), la convivencia en un encierro aún más absoluto, los conflictos, las carencias, fueron el contexto donde semana a semana procuramos crear historias que, por lo general, con humor permitieran atravesar el dolor y dejar asomar otras emociones (y acciones) como la cooperación y la solidaridad entre pares.
Esto último fue lo que prevaleció durante los encuentros y que se extendió en su convivencia diaria: la solidaridad y el acompañamiento mutuo y colectivo. Tal como se desarrolla el teatro, colectivamente. Como coordinadoras nos tomábamos un momento antes de cada encuentro para que las participantes pudieran exponer los sucesos de la semana y no faltaba el comentario de que alguna estaba desganada por tal o cual situación familiar y éramos testigos en ese momento de la charla sostén que mantenían o, si ya había ocurrido, nos comentaban los decires. Se alentaban entre ellas si había alguien que no quería participar por sentirse mal o desanimada y las palabras que prevalecían eran «vení que te vas a distraer y a reír un rato». A veces funcionaba, a veces no. Creemos que estas acciones tienen que ser destacadas, porque no solo forman parte de un aprendizaje colectivo sino también individual ya que las actividades se desarrollaban con más fluidez porque sabían que podían apoyarse unas en otras sin miedo y más seguras cada vez.
Diciembre 2020. Tiempo de compartir (y mostrar) aprendizajes
En el transcurso del año, además del taller de Teatro, algunas mujeres detenidas en la UP 52 participaron de un taller de cine, coordinado por un compañero del Programa la Universidad en la Cárcel, también de la UNICEN. De manera conjunta, las participantes de ambos talleres y docentes confluimos en una jornada de cierre por videollamada de Meet, que nos permitió compartir videos de las producciones que habían realizado durante el taller entre los meses de mayo a noviembre. Además de apreciar las producciones y observar sus componentes desde el punto de vista de un análisis estético, destacamos el sentido que las personas que realizaron los talleres atribuyeron al espacio que se pudo construir y sostener de manera virtual.
En el último encuentro virtual del año 2020, luego de compartir los trabajos realizados a modo de cierre y muestra del taller; las mujeres protagonistas pidieron la palabra para compartir su experiencia y sus reflexiones con respecto a lo vivido a través de los talleres durante todo ese tiempo. A continuación, compartimos dos de los testimonios:
Yo creo que fuimos limando asperezas. Fuimos sacando todo lo que... todo no... nos falta sacar mucho más, pero fuimos sacando de a poco muchas cosas y también nos sorprende a nosotras mismas lo que nosotras pudimos hacer... como ustedes darnos una punta de trabajo… y nosotras llevarla a cabo y también el compañerismo entre todas, siempre juntas, siempre poniéndonos de acuerdo para hacerlo, «salió mal… lo volvemos a hacer». Y al verlo de este lado es como que hicimos un proceso más avanzado… y podemos dar más... porque es inmensa la dimensión del teatro y del cine porque hay muchas cosas nuevas que aprender, hay muchas cosas nuevas que adquirimos nosotras, nuestro cuerpo… (M., testimonio en última conexión del año, cierre del Taller. 3 de diciembre de 2020, min. 39:54).Desde mi punto de vista me encanta (el taller), yo me sumo a todo lo que sea teatro, cine... Espero que el año que viene se acabe esta Pandemia así podemos hacer las clases presenciales que sería lo ideal porque ya tenemos un enfoque que antes no teníamos, algunas cosas puntuales… (E., testimonio en última conexión del año, cierre del Taller. 3 de diciembre de 2020, min. 50:35)Entre otras cosas destacaron la posibilidad de salir con la mente de las cuatro paredes, agradecidas por haberlas acompañado todas las semanas, alentarlas a producir y volver a ensayar y enviar una escena vuelta a trabajar; con un entusiasmo y un compromiso destacables que contrastaron enormemente con las adversas condiciones de vida en la que se encontraron y se encuentran inmersas. Esa situación de doble encierro interminable, y que pudo transmitirse de manera más esperanzadora precisamente por contar con un espacio de expresión y de comunicación para crear ficciones tras los muros.
El profesor del taller de cine, José Delgado, en el encuentro de cierre del taller por videollamada3 destacó que:
Una cosa súper interesante que apareció en el taller este año es que las historias fueron sumamente personales y me parece que eso les da un plus a ustedes por poder contar sus propias historias y a su vez a las historias, porque son historias que no son contadas, que parecen como muy triviales o cotidianas pero que en realidad tienen una fuerza simbólica muy fuerte que es interesante ponerlas en imagen o en papel para que se puedan contar. (J.D, fragmento de videollamada min. 1.16. 06 a 1.16. 38) .Así como el docente de cine puso de manifiesto esas posibilidades de encuentro creativo, para crear en imágenes, el taller de Teatro dejó un conjunto de experiencias, a todas, a las participantes detenidas y a las docentes en las indagaciones realizadas para teatrar por WhatsApp.
Aprender a esperar, aprender a escuchar, aprender a insistir si la comunicación se perdía, acompañar-se-nos incondicionalmente cuando el ánimo decaía; aprender a mirar con ansias de mejorar la producción realizada, ensayar una y más veces hasta que el producto resultara comunicable y compartible.
Aprender a mirar y a mirarse a sí mismas, a las otras y a los trabajos en proceso de elaboración, a entender razones y descifrar otras, a acompañar en silencio el trabajo creativo o riendo a carcajadas en el análisis grupal de las actividades teatrales. A encontrar un ritmo en el trabajo que comprendiera los ritmos personales. A construir historias desde imágenes y a construir imágenes desde historias.
¡Viva el teatro! Y gracias por acompañarnos en estos días de pandemia, y aparte por sacarnos un poco la mente de acá, del cuadrado, porque tenemos el cuerpo, pero no la mente y bueno… ¡las vamos a extrañar! ¡Hasta el próximo año, profes! (A., testimonio en última clase, diciembre 3 de 2020, min. 11:12)Me alegro mucho de haber participado de las clases, y me hubiese gustado estar más tiempo, pero bueno, ya se va el año, y quiero que sepan que disfruté los momentos que tuvimos las clases y que me sacaron de estas cuatro paredes, el cuerpo está, pero la mente… siempre la mente en positivo y si estuve bajoneada me levantaron el ánimo, me hicieron olvidar de muchas cosas, está bueno el teatro y nos ayuda mucho más a nosotras que estamos acá. Bueno, ¡le agradezco al profe de cine y muchos cariños a ustedes! (A., testimonio en última clase, diciembre 3 de 2020, min. 11:15)Profes, fue un placer haber compartido este tiempo de Teatro y Cine que tuvimos, me encantaron las clases, fueron muy entretenidas. Estuvimos pasando por momentos difíciles, pero gracias a ustedes nos levantaron el ánimo. Así que les re agradezco, y bueno… ¡a seguir!... como dicen ustedes: vivan las mujeres de Teatro. ¡Y como no olvidar al profe que nos hacía reír una banda! ¡Saludos a todos y que tengan una linda fiesta! Fue una re experiencia para mí. ¡Gracias por todo! (Y., testimonio en audio de WhatsApp, diciembre 3 de 2020, min. 11:15)Para finalizar y reconstruir desde las voces tras los muros, le solicitamos a una de las mujeres protagonistas que nos relatase su mirada sobre la experiencia del taller de Teatro realizado en pandemia. Transcribimos textual:
Bueno... quisiera pasar al audio el tema de cómo fue todo, el tema de la obra de teatro, como me anoté en la Unidad 52. Las profesoras que estuvieron conmigo fueron geniales, nos fueron enseñando paso a paso todo como se manejaba el teatro, eh… las expresiones, cómo tenía que actuar y todo, y yo y mis compañeras recibimos mucho, mucho, mucha atención, eh… Estuvimos trabajando. Fue un tiempo duro porque justo nos agarró la pandemia y a pesar de la pandemia hacíamos las videollamadas a través de WhatsApp y se dificultaba a veces, pero otras veces la señal estaba a nuestro favor. A mí me pareció genial sobre el tema de teatro, porque yo nunca lo hice, era la primera vez que hacía y me empezó a encantar, me empezó a gustar. Me empezó a gustar la actuación, las consignas que me daban ellas para poder yo expresarlas sobre mi cuerpo, sobre mi rostro, sobre mis mismas compañeras. Nos alentábamos mutuamente porque era un tiempo de pandemia muy jodido, que aún sigue estando, pero era en la primera fase y… Ellas nunca dejaron de estar alentándonos constantemente, las profesoras, cada una de ellas, yo les agradezco por estar con nosotras, por brindarnos aún la carga, hasta los datos, porque aún los datos de nuestros celulares se gastaban y ellas nos cargaban, nos hacían la recarga para poder comunicarnos con ellas y poder seguir las clases sin parar. Y cada semana que hacíamos las clases era algo distinto, algo hermoso, algo que nos llevábamos en el corazón. Algo que nos construía, algo que nos restauraba, algo que sacábamos de adentro que no sabía que teníamos, lo que teníamos… y éramos algo sorprendente, porque no sabíamos que teníamos cada una ese potencial. Era distinto el potencial que tenemos de cada una, pero nos sorprendió porque nos empezó a gustar muchísimo y… una alentándola a la otra. Las profesoras también, ellas a nosotras, escuchando problemas familiares, pasando por problemas familiares tanto como nosotras, tanto como a ellas. Y… eso fue lo más hermoso del teatro, una experiencia única. Yo creo en este contexto de encierro donde nos encontramos, pero… única. Fuimos afianzando una gran compañía, una gran amistad entre los profesores, amor, cariño, respeto, dentro de todo... Y bueno, les cuento mi experiencia en contexto de encierro, en este momento cómo fue ese teatro que fue funcionando a pesar de todo lo que pasó, fuimos poniéndole lo mejor de todo, desde los profesores, hasta nosotras, y salimos adelante y pudimos y obvio, fuimos a recibir todas las que estuvimos en la obra de teatro, ¡haciendo nuestro curso de teatro que fue maravilloso para mí y único! (Testimonio de M.S., 28 de marzo de 2021, comunicación a las 14 hs. 11 min.)Sabemos que las palabras nombran, construyen subjetividades, identidades y personas. Es por esto que quisimos compartir las palabras de quienes estamos sosteniendo estas prácticas artísticas en la cárcel e intentamos
Nombrar lo que hacemos, en educación o en cualquier otro lugar, como técnica aplicada, como praxis reflexiva o como experiencia no es sólo una cuestión terminológica. Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras, algo más que sólo palabras. (Larrosa, 2002: 167)Por eso, pensamos, creemos y sentimos que, con sus voces, con nuestras voces, seguimos y seguiremos empeñadas en esta tarea de aprender, de crear, juntas, con artes.
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