Artículo

ISSN: 2591-6327



Arevalos

Violencia en las relaciones de pareja de jóvenes estudiantes. Un análisis sobre la tramitación del dolor social en el ámbito escolar

Darío Hernán Arévalos, Universidad de Buenos Aires - CONICET | dar.arevalos@gmail.com

DOI: https://doi.org/10.33255/2591/1164

Resumen
Este artículo analiza la tramitación del dolor social frente a la violencia que experimentan estudiantes secundarios en sus relaciones de pareja. Los testimonios obtenidos en el marco de un estudio socioeducativo cualitativo de carácter exploratorio nos permiten interpretar que las relaciones de interdependencia que se constituyen en el ámbito escolar operan como soporte afectivo. Los vínculos intra e inter-generacionales signados por la confianza mutua se erigen como contrapeso del miedo, la vergüenza y la soledad que estructuran la condición estudiantil.

Palabras clave: educación secundaria - jóvenes estudiantes - dolor social - violencia de género - soporte afectivo.


Violence in the relationships of young students. An analysis on the processing of social pain in the field

Abstract
This article analyzes the processing of social pain in the face of violence experienced by high school students in their relationships. The testimonies obtained in the framework of an exploratory qualitative socio-educational study allow us to interpret that the interdependent relationships constituted in the school environment operate as an affective support. Intra- and inter-generational bonds marked by mutual trust counterbalance the fear, shame and loneliness that structure the student condition.

Keywords: secondary education - young students - social pain - gender violence - affective support.



Introducción

El presente artículo se propone a interpretar desde una perspectiva socioeducativa la tramitación del dolor social en el ámbito escolar que experimentan estudiantes secundarios en sus relaciones de pareja. Los sentimientos de miedo, vergüenza y soledad que se erigen a partir de este tipo de vínculos estructuran la condición estudiantil.

Desarrollamos la categoría dolor social bajo las condiciones de aislamiento de la modernidad delineadas a partir de las contribuciones de autores clásicos y contemporáneos de la teoría social. Luego avanzamos en el análisis de testimonios de jóvenes de escuelas secundarias sobre el lugar que ocupan los vínculos intra e inter-generacionales frente a la violencia que los atraviesan.

El dolor social de la violencia bajo las condiciones de aislamiento de la modernidad

La violencia es un fenómeno relacional que afecta a todos los niveles de nuestras sociedades e irrumpe de modo inevitable en la escena escolar. Se produce en configuraciones sociales concretas inmersas en una estructura social y cultural condicionada en tiempo y espacio (Kaplan, 2017; 2018; 2020). La experimentación de la violencia de las y los jóvenes en los vínculos significativos que constituyen comporta una matriz de dolor social de época que es preciso caracterizar.

En su trabajo Los seres humanos y sus emociones: un ensayo sociológico procesual, Elias afirma que las expresiones emocionales «son elementos que demuestran cómo los seres humanos están constituidos por naturaleza para la vida en compañía de otros, para la vida en sociedad» (Elias, 1998: 329). La profunda necesidad de constituir y sostener vínculos emocionales en la vida, a los que denomina valencias afectivas (Elias, 2008), puede verse conmovida a partir de relaciones signadas por la violencia. Al situarnos desde esta perspectiva, podemos afirmar que la violencia imposibilita al sujeto a constituirse en actor y concretar sus demandas debido a la agresión física y/o simbólica a la que se ve sometido, «al punto de que, a menudo, después de haberla sufrido, la vida parece imposible» (Wieviorka, 2016: 102). La negación de la subjetividad a partir de la violencia (Wieviorka, 2001) está en la base de un dolor personal que cierra «la posibilidad de tener verdaderos sentimientos hacia otras personas, de trabar verdaderos lazos afectivos» (Elias, 1990: 156) y establece límites a una de las condiciones elementales de la existencia humana que es la de amar y ser amado. Este hecho afecta de manera particular a las juventudes en la medida que este período vital se caracteriza por la búsqueda de estima, respeto y reconocimiento en los vínculos intra e inter-generacionales para su constitución identitaria (Kaplan, 2011; Kaplan y Szapu, 2020; Kaplan y Arévalos, 2021).

La experimentación de la violencia constituye una fuente del dolor social que atraviesa la vida de las y los jóvenes. Consideramos al dolor como una dimensión existencial de nuestra humanidad en tanto que supone una relación simbólica con los acontecimientos que vivenciamos. Si bien la intensidad de esta emoción depende de la singularidad de cada historia personal, su sentido cobra densidad en el entramado social, cultural y emotivo del mundo que habitamos. Siendo así, el dolor es siempre una cuestión de significación en la que el individuo «está envuelto dentro de un sufrimiento que traduce la experiencia de vivirlo» (Le Breton, 2017: 9).

El desprecio, la violencia, el desamor, el abandono, en suma, todas aquellas cuestiones que nos conmocionan como seres afectivamente interdependientes (Elias, 2008) alteran de manera temporal o permanente la relación que establecemos con los demás y con nosotros mismos. Las posibilidades de afrontar en compañía de los otros las oleadas de sufrimiento que nos asaltan se encuentran limitadas por las condiciones de aislamiento emocional de la modernidad. El individualismo como rasgo específico de este estadio de civilización nos conduce a elaborar una imagen distorsionada acerca de que existimos con independencia del resto de la gente (Elias, 1990). La tendencia a sentir que nuestro propio yo está vedado y que los demás se nos oponen como algo externo y extraño se tensiona con la imperiosa necesidad de encontrar reconocimiento en la mirada de los otros. El orgullo por nuestra capacidad de actuar por nosotros mismos es concomitante con la vergüenza que experimentamos al percibirnos dependientes frente al «dolor, la desdicha, el descontento y el malestar» (Elias, 1989: 102).

Las exigencias de una sociedad profundamente individualizada están marcadas por la dilapidación de las relaciones interpersonales, el cimiento mismo de la acción colectiva (Bauman, 2007). La fragilidad de los vínculos humanos en un escenario social cambiante, incierto e imprevisible hace que «la posibilidad de quedarnos solos [resulte] siempre tenebrosa» (Bauman, 2011: 15). Este malestar se expresa bajo la figura de una soledad deshumanizante. Fundamentalmente, al constatar que los deseos de amor dirigidos a los otros se han visto heridos y perturbados, frente a la amenaza de un posible abandono y ante la indiferencia de los demás al haberse fracturado los lazos emocionales que nos unían (Elias, 1989).

Las relaciones de reconocimiento mutuo fundan de valor y de significado a nuestro existir (Kaplan, 2018). La ruptura del equilibrio vital entre el yo-nosotros que sustenta el apego del individuo con su comunidad afecta de manera particular a las juventudes que precisan constituir perspectivas de futuro, conformar grupos de pertenencia en un mundo donde las diferencias entre las distintas generaciones son muy grandes, como así también delinear un ideal o meta que de sentido a la propia existencia (Elias, 1994). La mirada valorativa de los pares generacionales y de los adultos significativos que habilitan la entrada y la permanencia en el mundo social resulta imperiosa. Las relaciones de confianza basadas en la estima, el respeto y el reconocimiento son aspectos vertebradores en la fabricación de la auto-valía social. Es por ello que formulamos la pregunta acerca del lugar que ocupan los vínculos intra e inter-generacionales en el ámbito escolar en torno a la tramitación del sufrimiento experimentado a partir de las relaciones de pareja que este grupo social constituye en su vida.

Narrativas estudiantiles del dolor social

La juventud es un momento vital donde «las viejas referencias de seguridad [propias de la socialización primaria] desaparecen, mientras que las nuevas no están instauradas» (Le Breton, 2011: 39). Siendo un tiempo de experimentación de roles, de exploración e investigación de los límites entre uno mismo y los otros, entre uno mismo y el mundo; las experiencias amorosas que constituyen impactan de manera profunda en su subjetividad y en las formas en que se auto-perciben en la trama social.

Los testimonios juveniles que aquí se analizan fueron obtenidos en el marco de un estudio socioeducativo cualitativo de carácter exploratorio1 cuyo objetivo general ha sido comprender las experiencias emocionales sobre la muerte que construyen estudiantes de educación secundaria2. En este trabajo empírico se llevaron a cabo 40 entrevistas en profundidad a jóvenes que asisten a los últimos años de dos escuelas públicas de gestión estatal ubicadas en zonas urbanas periféricas de la Ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

Del análisis de las narrativas estudiantiles afirmamos que las situaciones de violencia que las y los jóvenes experimentan en sus relaciones de pareja comporta una matriz de dolor social que irrumpe en la cotidianeidad de la vida escolar (Kaplan, 2018). Sea mediante golpes, empujones o a través de la intimidación y la manipulación, la violencia se expresa en prácticas de aislamiento y de silencios que inmovilizan al sujeto a transformar su situación.

Entrevistador: ¿Conocés casos de peleas de pareja que hayan ocurrido en la escuela?
Entrevistada: Mi amiga no se hacía respetar, no se daba cuenta que estaba mal que el novio haga escenas violentas por cualquier cosa. Hasta que habló con los padres y la hicieron entender que no podía dejarse maltratar por ese pibe, era un tarado (…). Yo creo que ella tardó en decirle a los padres porque le tenía miedo, mucho miedo. Yo sabía y le decía que tome cartas en el asunto, que hable con los viejos y que lo deje. Pero todo es hasta que te haga un click. (Estudiante mujer, sexto año)
Entrevistada: Todo es por celos. Algunas chicas tienen miedo a que sus novios las maltraten. Pasa mucho, igual ahora con las redes sociales se conocen más casos. Antes capaz que pasaba y nadie se enteraba. También ayuda a que la gente tome más conciencia.
Entrevistador: ¿Conocés algún caso de maltrato?
Entrevistada: Sí, me pasó a mí. Para mí no era maltrato, creía que era normal que tu novio te revise el celular y te cele un poco. Me daba bronca, pero para no pelear no decía nada. Además, porque era muy nervioso y le tenía un poco de miedo. No era del barrio, pero de repente aparecía en la puerta de la escuela o en la puerta de mi casa sin avisar. (Estudiante mujer, quinto año)

De acuerdo con Illouz (2012) el sufrimiento amoroso en la actualidad amenaza la formación del carácter que en las sociedades guerreras medievales se fundaba en el heroísmo y en la capacidad de resistencia del individuo. Bajo las condiciones de vida de la modernidad donde «el valor social es incierto y se encuentra sujeto a un proceso constante de negociación» (Illouz, 2012: 160) el hecho de no sentirse correspondido en el amor se lo experimenta como una forma de aniquilación del propio yo debido a que este sufrimiento se relaciona con su sentido del valor propio.

Como puede observarse, la normalización de las escenas recurrentes de celos y de prácticas de control no suelen ser percibidas de forma negativa, lo que limita las condiciones para poder tomar cartas en el asunto y solicitar ayuda a los demás. Siendo el amor un aspecto central en la dinámica de la desigualdad moral (Illouz, 2012), el fracaso en este campo pone en cuestión a la auto-valoración del yo lo que dificulta reconocerse como víctima en una relación signada por la violencia más allá del acompañamiento de los vínculos afectivos.

Recuperando a la obra de Pierre Bourdieu (2000), La dominación masculina, podemos afirmar que el habitus está constituido por una estructura que eterniza las relaciones asimétricas entre los géneros, de la cual son partícipes tanto los hombres como las mujeres. La dominación masculina se perpetúa en todas las relaciones e instituciones sociales puesto que es producto de una violencia simbólica invisible para sus propias víctimas. El diferencial de poder entre los géneros se encuentra en la base de creencias prácticas que se asumen de manera inconsciente, estableciendo una serie de disposiciones permanentes que se traducen en una cierta manera de habitar el mundo: una determinada forma de actuar, de hablar, de sentir y de pensar, que condiciona la experiencia de vida de los individuos. A este respecto, las diversas formas de violencia que son legitimadas por nuestra cultura imperante pueden dar lugar a sentimientos de vergüenza producto de los procesos de inferiorización social.

Entrevistada: Me pasó con compañeras que, estando en pareja, sus novios las golpearon y todo eso, debe ser difícil la situación.
Entrevistador: ¿Pudiste hablar con ellas?
Entrevistada: Sí, pero también están cerradas en sí mismas, yo creo que es como las drogas, están muy encerradas y es imposible. Está bien, sé que no soy buena dando consejos, pero las cosas se las digo igual. A una compañera, muy amiga mía, le pasó que, luego de haber tenido un hijo, sus otras amigas la dejaron de lado por esa situación.
Entrevistador: ¿A qué te referís cuando decís que la dejaron de lado?
Entrevistada: La dejaron de lado porque ya nadie va a su casa. Y eso es por culpa del marido, el padre del hijo. Una vez, él la hizo pasar vergüenza delante de todos, por eso no nos invita más a la casa y nosotras ya no vamos.
Entrevistador: ¿La trató mal delante de ustedes?
Entrevistada: Si, le levantó la mano. Le pedimos que se calme y se fue. Después de ese día no fuimos más. Igual, yo la sigo viendo, pero no en su casa.
Entrevistador: ¿Y por qué creés que no las invitó a su casa?
Entrevistada: Por vergüenza y para no seguir quedando mal. (Estudiante mujer, quinto año)

La vergüenza de asumir situaciones de violencia pone de manifiesto un conflicto con aquella parte del yo que representa la opinión social. El repliegue sobre sí mismo y el silencio son expresiones de esta emotividad ante la impotencia y la pérdida de confianza donde resultan imperiosos los vínculos de interdependencia (Elias, 1987) que se constituyen en espacios sociales significativos para elaborar el sufrimiento.

La decisión de la estudiante de evitar volver a reunirse con las amigas para no quedar mal se liga con la vergüenza frente a la posibilidad de ser agredida en público. Este sentimiento pone de manifiesto una evaluación negativa de sí misma que se ha interiorizado (Goudsblom, 2008; Kaplan, 2016; Nussbaum, 2006). El hecho de cerrarse en sí mismas en ciertas ocasiones se encuentra ligado al miedo a ser humillado en la red interpersonal en que el individuo participa. El aislamiento bajo la figura de la indiferencia constituye una de las formas contemporáneas de tramitar las presiones y obligaciones que supone vivir junto con los demás (Le Breton, 2016). Se trata de una renuncia temporal o permanente a la trama social, de ya no estar implicado emocionalmente con los otros. Esta condición de vivir construye una suerte de muro simbólico frente a las posibilidades de reconocimiento mutuo y arroja a las juventudes a una insondable soledad.

La característica central de la violencia, sobre todo en la violencia sistemática, es que arrasa con la subjetividad, con aquello que nos constituye como personas. En consecuencia, no sólo deja marcas físicas sino también un profundo sufrimiento emocional que atenta contra la propia dignidad.

Entrevistador: ¿Conocés compañeras o compañeros que hayan sentido miedo en sus relaciones su pareja?
Entrevistada: Tengo una compañera que sí, que el chico se obsesionó. Ella cortó con él la relación y de ahí la empezó a seguir en la calle y le mandaba mensajes (…). Igual fue un tiempo y luego el chico se olvidó. Ya pasó, sólo que era incómodo ese tiempo.
Entrevistador: ¿Tu compañera contaba las cosas que estaba pasando o pedía ayuda?
Entrevistada: Si. A mí me contaba todo. Al salir del colegio nos íbamos juntas, para que no estuviera sola. En mi confiaba siempre porque soy la mejor amiga.
Entrevistador: Y ante esas cosas que pasaba tu amiga, ¿los padres de ella estaban al tanto?
Entrevistada: Sí y no. Hasta la mitad. Les contaba algunas cosas y otras no, no sé por qué. Yo, por ejemplo, esas cosas se las hubiera contado a mi mamá, pero bueno, ella aunque estaba muy mal no les quiso contar, quizá para no preocupar o porque le daba vergüenza. Yo le decía que hable con ellos, que se iba a sentir mejor.
Entrevistador: ¿Y al final qué sucedió?
Entrevistada: Después de un tiempo me hizo caso y le re sirvió. (Estudiante mujer, sexto año)

La decisión de la compañera de salir juntas del colegio se encuentra ligada a las situaciones de alta vulnerabilidad que atraviesan a las y los jóvenes. Si bien el miedo es una emoción compartida por todas las criaturas vivientes, los seres humanos estamos implicados por un temor adicional, un miedo derivativo que orienta a nuestras conductas presentes y futuras (Bauman, 2007). Esta susceptibilidad a los peligros que pueden materializarse en cualquier momento y lugar nos hace sentir vulnerables ante la pérdida de seguridad en las defensas disponibles.

Las relaciones de amistad signadas por la confianza que se tejen en el espacio escolar operan como contrapeso frente a la sensación de una amenaza latente. No solo porque mediante los lazos de solidaridad es posible afrontar situaciones que nos ponen en peligro, sino porque favorecen la reflexividad acerca de la violencia vivida y la búsqueda de protección junto con los vínculos significativos.

De acuerdo con Cornu (1999) la confianza constituye un modo de sociabilidad que funda estructuras de relación. Implica un modelo circular, es decir que se retroalimenta, porque uno cree en el otro y éste cree en sí mismo gracias a ello. Siendo un eje vertebrador de las relaciones humanas, el hecho de sentirnos en confianza posibilita a las personas a reinventarse, redescubrirse y comenzar una nueva historia.

Entrevistada: Me tocó vivir a mí una situación de maltrato. No era un novio, pero era alguien que con quien salía. Medio jodido el tema. Es que hoy en día la mayoría es así. Tenía miedo de que se entere que yo salía a la plaza con mis amigos. Y gracias a una charla que nos dio la profesora de biología me dije: «¿por qué tengo que estar haciendo esto?». Yo siempre buscaba no hacer bulla y estuve mucho tiempo callada, hasta que me di cuenta no podía seguir así.
Entrevistador: ¿A qué te referís con «no hacer bulla»?
Entrevistada: Tenía miedo a que la situación sea peor si hablaba.
Entrevistador: O sea que «hacer bulla» es para vos evitar problemas…
Entrevistada: Si y también porque me daba cosa, vergüenza. No es fácil sacar para afuera lo que te pasa, asumir que tu novio te pega o maltrata. Es más, te da como una bronca con vos misma.
Entrevistador: Y hasta el momento en que te animaste a hablar, ¿qué hacías?
Entrevistada: Me lo guardaba, era la época que me cortaba, ¿viste que te conté?
Entrevistador: Si, recuerdo que me dijiste que estabas en crisis, ¿puede ser?
Entrevistada: Si, estaba mal en mi casa y con este pibe.
Entrevistador: ¿Y te sirvió poder hablarlo, sacar lo que te pasaba para afuera?
Entrevistada: Si, por lo menos sentí alivio.
Entrevistador: ¿Con quién hablaste primero?
Entrevistada: Con el preceptor de la escuela.
Entrevistador: ¿Y qué pasó después?
Entrevistada: Los directivos se reunieron con mis viejos y les contaron. Después fue más fácil sacármelo de encima porque no me sentía sola. Me re apoyaron mis viejos. Lo amenazaron con denunciarlo y no jodió más.
Entrevistador: ¿O sea que el chico ya no te busca más?
Entrevistada: No, por suerte no. Debe estar jodiendo a otras, supongo. (Estudiante mujer, sexto año)

Las juventudes se encuentran en un momento de la vida signado por la necesidad imperiosa de conformar vínculos de interdependencia para evitar percibirse en soledad ante el propio sufrimiento. Los espacios institucionales que ofrece la escuela, como el centro de estudiantes, puede ocupar un lugar muy importante para su elaboración.

Entrevistada: Me pasó que, adentro del colegio, una chica de tercer año, como sabe que estoy en el centro de estudiantes y que hablo con chicos de distintos cursos, se sintió con confianza y habló conmigo. Cuando empezamos a charlar me contó que estaba muy angustiada, tenía un novio que la maltrataba. Y lo peor, que le hacía revivir lo mismo que le pasaba con su padrastro hace unos años.
Entrevistador: ¿Y de qué manera interviene el centro de estudiantes frente a estas situaciones?
Entrevistada: Tenemos un protocolo, nosotros estamos acostumbrados a que muchos chicos y chicas nos comenten sus problemas. Lo primero que hacemos es escuchar, no criticar ni juzgar. Cuando los temas que nos cuentan no tienen que ver con problemas del colegio, recurrimos al director y ya intervienen ellos.
Entrevistador: Igual, es importante el rol que ocupan ustedes…
Entrevistada: Si, más que nada porque muchos chicos se sienten cómodos cuando hablan de temas muy personales con alguien que sea como ellos, más que nada por eso. (Estudiante mujer, sexto año)

Los vínculos de interdependencia que se constituyen en el espacio escolar y que operan como contención emocional no solo están constituidos por los pares generacionales. La intervención institucional mediante la participación activa de los adultos que componen la escuela ocupa un lugar significativo en las expectativas que estructuran a las y los estudiantes. En este sentido, preceptores, docentes y directivos son interpelados frente a las diversas situaciones de violencias de género3 que los atraviesan.

Entrevistador: Respecto al tema de los maltratos en los noviazgos, ¿conocés jóvenes de tu edad que hayan pasado por eso?
Entrevistado: Sí, ha habido, medio violento, sí. No es una amiga tan cercana pero sí le hemos hablado entre todos los del curso. Le hablamos mucho y la ayudamos a que entienda que lo tenía que dejar.
Entrevistador: ¿En la escuela se trabaja sobre estos temas?
Entrevistado: Poco, debería haber más charlas sobre el tema. Concientizar un poco más. Que venga un profe o alguien con autoridad y te haga entender ciertas cosas, lo que está bien y lo que no está bien que te hagan, puede servir mucho. (Estudiante varón, quinto año)
Entrevistador: Respecto al tema de los maltratos en los noviazgos, ¿qué temas se hablan o conversan en la escuela?
Entrevistada: Sí, al menos nosotros en mi curso sí, hablamos demasiado sobre el tema del machismo.
Entrevistador: ¿Y con los profes también?
Entrevistada: Sí, con los profes también. Pero hay de todo. Así como hay algunos que no tienen problema en dedicarle un rato a conversar sobre estos temas, hay otros que no les interesa lo que nos pasa más allá de la materia que tienen que dar. (Estudiante mujer, sexto año)
Entrevistada: En la escuela se habla mucho sobre el tema del maltrato hacia las mujeres.
Entrevistador: ¿Quiénes son los que hablan sobre estos temas por lo general?
Entrevistada: Profesores, preceptores y directivos. Más que nada los profesores últimamente están hablando del tema. Son pocos los que miran para otro lado.
Entrevistador: ¿Y por qué considerás que hay algunas personas que miran para otro lado?
Entrevistada: Porque no se involucran. Para mí, todos deberían tener en cuenta lo que nos pasa.
Entrevistador: ¿Creés que sirve de algo eso?
Entrevistada: Sí, la verdad que sí. También el hecho de que motiven a que hables de este tema, si alguien sufre eso o lo ve, que hable de eso, que no lo deje así tapado, escondidito, para que estos problemas se puedan solucionar. (Estudiante mujer, sexto año)
Entrevistador: ¿Se trata el tema de la violencia de género en el colegio?
Entrevistado: Sí, se han dado talleres de educación sexual y fueron muy buenos porque te hacen reflexionar. También, hablamos del tema con la profe de matemáticas, a pesar de no ser una materia idónea al tema. Siempre se habla de ello porque estas cosas nos pegan como sociedad. (Estudiante varón, sexto año)

La mirada valorativa de los adultos habilita a la construcción de vínculos inter-generacionales sostenidos desde la confianza mutua. Este tipo de vínculos «abre mundos imaginarios tendiendo puentes y contribuyendo a formar disposiciones o deseos para aventurarse a cruzarlos, nunca en soledad, dado que somos seres intrínsecamente interdependientes» (Kaplan, 2017: 47). La valoración a ser tenidos en cuenta por los adultos más allá de la materia que tienen que dar se liga con la necesidad de existir ante estos actores institucionales que cuentan con las herramientas para construir relaciones basadas en el reconocimiento mutuo. Las demandas estudiantiles en torno a la necesidad de ser vistos y escuchados ponen de manifiesto la lucha frente a las situaciones de desprecio y violencia que los atraviesan.

Una reflexión final

El dolor social que las y los jóvenes experimentan en las relaciones de pareja irrumpen en las dinámicas institucionales escolares y se tramitan mediante las relaciones intra e inter-generacionales que en este espacio social se constituyen. Estos vínculos de interdependencia operan como soporte afectivo4 para contrarrestar la experiencia desubjetivante de la violencia (Wieviorka, 2001).

En las narrativas estudiantiles se destacan un conjunto de estrategias colectivas orientadas a aminorar las situaciones de amenaza, como salir del colegio en compañía, conversar junto con los compañeros de curso sobre la importancia de hacerse respetar en las relaciones de pareja, acudir a los representantes del centro de estudiantes y/o solicitar ayuda a un amigo para afrontar/terminar este tipo de vínculos basado en la violencia. En ocasiones, los vínculos de amistad signados por la confianza mutua entre pares habilitan el despliegue de un sistema de apoyo en donde intervienen familiares y adultos significativos en el ámbito escolar como preceptores, directivos, entre otros.

En lo referido a los vínculos inter-generacionales, las y los estudiantes valoran la existencia de espacios de encuentro con los adultos. El abordaje sobre la violencia en las relaciones de pareja tiene su cauce en espacios formales como los talleres de educación sexual integral y en las distintas materias dictadas por docentes quienes intervienen al detectar problemáticas puntuales que afectan al grupo clase. Ante la necesidad de sentirse escuchados y respetados, otro ámbito de encuentro inter-generacional valorado dentro del espacio escolar son las conversaciones informales con directivos y/o preceptores durante recreos y horas libres.

Los testimonios estudiantiles recabados nos conducen a afirmar que el tránsito por el espacio escolar constituye una experiencia emotiva significativa, tanto para aquellos que pudieron tramitar el sufrimiento que deviene de las relaciones de pareja, como para los que interpelan a la escuela a no mirar para otro lado frente al sufrimiento que los atormenta. Aun con todas sus deudas pendientes, las heridas subjetivas que configuran las biografías juveniles pueden hallar en este espacio social un ámbito propicio para ser reparadas.

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Notas

1 El trabajo empírico forma parte de la tesis doctoral: Emotividades sobre la muerte en el ámbito escolar. Un estudio socioeducativo sobre los sentidos que construyen jóvenes estudiantes de zonas urbanas periféricas (Arévalos, 2020). Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/11881

2 La estructura del sistema educativo argentino está conformada por cuatro niveles: la educación inicial, la educación primaria, la educación secundaria y la educación superior. Desde el año 2015 la escolaridad de carácter obligatorio está comprendida por las salas de cuatro y cinco años del nivel inicial, seis o siete años de nivel primario (según jurisdicción) y cinco o seis años de nivel secundario (según jurisdicción). En la Provincia de Buenos Aires el nivel secundario es de seis años.

3 En Argentina desde el año 2006 rige el Programa Nacional de Educación Sexual Integral –Ley N° 26150– cuyos objetivos generales son: a) Incorporar la educación sexual integral dentro de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica, equilibrada y permanente de las personas; b) Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral; c) Promover actitudes responsables ante la sexualidad; d) Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular; e) Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres. Para mayor información: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/ley26150.pdf

4 Se recupera la noción de soporte (Martuccelli, 2007) entendido como un conjunto heterogéneo de elementos que se despliegan a través de un entramado de vínculos e instituciones en virtud de los cuales los individuos construyen una narrativa de sentido. En efecto, los medios afectivos, materiales y simbólicos que estructuran su experiencia biográfica son los que les permiten sostenerse frente al mundo.




Darío Hernán Arévalos | Universidad de Buenos Aires - CONICET, Argentina

dar.arevalos@gmail.com

Doctor en Educación por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Licenciado en Ciencias de la Educación por la UBA.

Becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la UBA. Investigador de los Proyectos: UBACyT «Violencias, estigmatización y condición estudiantil. Una sociología de la educación sobre las emociones y los cuerpos» y  PIP CONICET «Las transformaciones sociohistóricas en la sensibilidad y la construcción de experiencias emocionales de jóvenes estudiantes. Un estudio en escuelas secundarias urbano periféricas de la provincia de Buenos Aires» con sede en el Programa de Investigación sobre «Transformaciones sociales, subjetividad y procesos educativos» del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires; bajo la dirección de la Dra. Carina V. Kaplan.

Profesor Adjunto de la Maestría en Política Educativa de la Universidad Nacional de Hurlingham. Profesor Titular de Psicología Educacional en el Instituto Superior Daguerre.


Fecha de recepción: 15/09/2021

Fecha de aceptación: 29/11/2021