Reseña bibliográfica
El neoliberalismo reprime el dolor, ¿y qué más? Notas sobre La sociedad paliativa de Byung-Chul Han
El neoliberalismo reprime el dolor, ¿y qué más? Notas sobre La sociedad paliativa de Byung-Chul Han
Ciencia, Docencia y Tecnología, vol. 33, núm. 64, 2022
Universidad Nacional de Entre Ríos
Han Byung-Chul. La sociedad paliativa. 2021. Barcelona. Herder. 96 ppp.. 978-84-254-4631-3 |
---|
El ensayo que comentaremos es la última obra de Byung-Chul Han, publicada por la editorial Herder, que en los últimos años ha editado casi una veintena de sus obras. Este breve trabajo trata sobre el rol y la importancia del dolor en la sociedad, que el autor considera en declive, y que fuera reemplazada por lo que él llama una “sociedad paliativa”. En este sentido, el neoliberalismo impondría una lógica del rendimiento, de autorrealización y felicidad continua, que empuja a los sujetos a un estado anestésico a prueba de dolor. La temática funciona como puerta de entrada a la reflexión sobre la pandemia mundial de COVID-19, sobre la que el autor alude constantemente.
El ensayo se divide en once capítulos, y cada uno de ellos se detiene en un aspecto del dolor a ser problematizado en la actualidad. Comentaré brevemente algunos de estos capítulos, con el objetivo de brindar una noción de la orientación del libro, cuya máxima principal es que: “La relación que tenemos con el dolor revela el tipo de sociedad en que vivimos” (Han, 2021: 11). Es en esta inteligencia que gira el argumento de la obra.
El capítulo I, titulado “Algofobia”, que literalmente significa “miedo al dolor”, se centra en la aversión a este y en una necesidad de controlarlo, de eliminarlo. Quien padece algofobia busca evitar cualquier conflicto, y su objeto es el logro de acuerdos para evitar el sufrimiento. La algofobia actúa como analgésico político, y así se convierte en una política paliativa, que neutraliza el dolor. En una visión más amplia, la negatividad representada por el dolor debe ceder ante la positividad, centrada en el bienestar y el optimismo. Esta “cultura de la complacencia” se debe, en parte, a la mercantilización de la cultura y, en sentido inverso, a la conversión de la economía en cultura.
En el capítulo II, titulado “La obligación de ser feliz”, el autor advierte que el dolor es una compleja construcción cultural y que su presencia depende de las formas de poder. En una sociedad disciplinaria dependiente de la producción industrial, el poder “forma al hombre como medio de producción” (Han, 2021: 20), relegándolo a espacios cerrados como la cárcel, la fábrica, las escuelas. Sin embargo, en la actual sociedad posindustrial no existe un cuerpo disciplinado, heroico, sino un cuerpo hedonista que se disfruta a sí mismo, y toma al dolor como algo inútil y carente de sentido. De este modo, estamos frente a un “sujeto del rendimiento” (Han, 2021: 22).
La felicidad es un capital del rendimiento expresado, entre otras estrategias neoliberales, en la automotivación y la autooptimización. El poder asume características positivas, “se vuelve elegante” (Han, 2021: 23), adopta una condición aún más invisible y se desvincula completamente del dolor. Al mismo tiempo, el sufrimiento se privatiza y se convierte en un asunto que interesa casi exclusivamente a la psicología y la medicina. La psicología positiva, centrada en lo anímico y en la búsqueda de constante optimización, señala el fin de la revolución social. El malestar constituía un motor de cambio colectivo, de un posible conflicto social. Según el autor, el dolor se transmite socialmente, y su neutralización implica que este se convierta “en lenguaje e incluso crítica” (Han, 2021: 24).
Por último, el autor sostiene que el dispositivo de la felicidad aísla a las personas, despolitiza a la sociedad y produce una pérdida de la solidaridad. Es decir, la obligación de felicidad individualiza a las personas. Sobre esto, Han advierte que es el “cansancio colectivo” (Han, 2021: 27) el que cohesiona a una comunidad y crea colectividad.
El tercer capítulo, titulado “Supervivencia”, se centra en el impacto de la pandemia de COVID-19 en la noción de bienestar. En este contexto es que reina un estado de supervivencia, de alargamiento de la vida a toda costa, el avasallamiento de derechos fundamentales en busca del disfrute, de una “vida buena”, sin dolor (Han, 2021: 29). A raíz de ello, la vida es despojada de su narrativa, de su sentido, de su posibilidad de ser narrable. Esta situación genera también una individualización y estado de sospecha constantes, en la que se considera al otro/a como un/a posible portador/a del virus, siguiendo una “lógica del enemigo”, generalizada a partir de la Guerra Fría.
Relacionado con el anterior capítulo, en “Sinsentido del dolor” el autor advierte la pérdida completa del arte de sentir/padecer el dolor. El dolor es algo que debe combatirse médicamente y eso le quita su significado simbólico. El sufrimiento se ha cosificado, se ha convertido en “no narrable”. Para el autor, es “el dolor lo que pone en marcha la narración” (Han, 2021: 40). El dolor es despojado de sus significados, de su capacidad de enervar el espíritu. Por el contrario, en la actualidad el dolor debe ser neutralizado, reducido a su más mínima expresión. 1
En el acápite “La astucia del dolor”, Han considera que este no desaparece, sino que modifica su modalidad de expresión, se evidencia de otra manera. Las estrategias para relegarlo a los márgenes, a partir de diversas violencias (de la negatividad y la positividad), solo son provisorias. Con cita a Ernst Jünger (1995), el autor advierte que el dolor va acumulándose como “capital invisible” (Han, 2021: 44) y aquí reside su astucia. Sin embargo, la acumulación de la que hablan ambos autores no es tomada como una cuestión negativa, sino que el dolor invadiría la vida y el espíritu, los llenaría gota a gota.
El libro sigue con “El dolor como verdad”. Aquí Han retoma algunos conceptos plasmados en anteriores capítulos: el dolor como capacidad de conocimiento, como una expresión de la vida auténtica, de una realidad más completa. La sociedad paliativa, como anestesia permanente frente al dolor, convertiría al mundo en irreal, nos volvería apáticos, poco interesados por el otro y por su sufrimiento.
Posteriormente, en “Ontología del dolor”, Han recurre a las tesis de Heidegger y su concepción del ser. El dolor “hace al hombre sensible y receptivo” (Han, 2021: 72) ante lo indisponible, ante lo incierto, por lo que constituye la fuerza de gravedad de la existencia. El dolor, que plantea una “visibilidad distinta” (Han, 2021: 75), se vería cada vez más desplazado por la anestesia que impone el orden de lo digital, lo que provoca el olvido del ser.
En “Ética del dolor”, el autor se ocupa de la falta de empatía de la sociedad, de la objetivación del otro, puesto que “el otro como objeto no duele” (Han, 2021: 79). En la pandemia actual, sostiene, se asiste a una indiferencia por el otro; las personas son resumidas en números de casos, lo que acentúa la distancia entre ellas. La resiliencia, como artefacto de la sociedad del rendimiento, de nuevo individualiza a las personas. Por el contrario, la receptividad y la sensibilidad hacia los demás presuponen una vulnerabilidad, un “ponerse en el lugar del otro”, que implica una posibilidad de solidaridad.
En el último capítulo, titulado “El último hombre”, Han critica las nociones de Francis Fukuyama (1992) centradas en el fin del comunismo y la omnipresencia de la democracia liberal. Siguiendo a Nietzsche, el autor advierte que el último hombre es un producto de la modernidad y no se agota con el liberalismo democrático, sino que va más allá. Los dispositivos de vigilancia digital actuales distan mucho de la libertad auspiciada por el liberalismo de Fukuyama. La pandemia y las nuevas tecnologías exacerbarían la necesidad de seguridad y confort, ubicados en un nivel superior al de la libertad. La ausencia de dolor, de enfermedad, provocará, sostiene Byung-Chul Han, que la vida deje de ser humana, narrable y carezca de sentido.
Breves reflexiones
Una buena obra se caracteriza, por un lado, por el contenido y los temas que aborda. Por el otro, por la claridad de la exposición de las ideas. En este sentido, el lenguaje mayormente coloquial, las frases cortas y contundentes, y la corta extensión de La sociedad paliativa ayudan a la comprensión de los temas que son abordados por el autor coreano.
Pero, en otro orden, creemos que la obra es incompleta en lo que respecta a la primera característica. Si bien los temas que trata son de gran actualidad (el dolor y del sufrimiento en épocas de pandemia son difíciles de ignorar), la profundidad, la perspectiva y la “universalidad” de sus conceptos no son lo suficientemente convincentes. Esta característica es una constante en las obras de Han, sobre todo de los últimos años (Han, 2012, 2013, 2015, 2017, 2018).
Al mismo tiempo, y por la misma razón que la obra del Han es accesible y altamente publicitada, es necesario plantear algunas salvedades al respecto.2 Primero, porque el autor parece reproducir el mismo sistema que critica. Es decir, la problemática del dolor está planteada como irresoluble, con escasas posibilidades de ser modificada. Durante toda la lectura de la obra, reverberó la famosa frase de Margaret Thatcher: “There is no alternative” 3, refiriéndose a la hegemonía del capitalismo, la mundialización de los mercados y la exaltación del individuo opuesta a la comunidad, similares a los temas que trata Han.
El autor no hace mayor hincapié en las experiencias o en las posibilidades de cambio, puntualmente en la agencia de las personas frente al dolor y las narrativas que de él surgen. En este sentido, consideramos que el dolor y el sufrimiento también pueden constituir un motor de conflicto y de reclamos no solo individuales, sino colectivos. 4 En concreto, el dolor no necesariamente es individualización, sino que también crea colectividades, “itinerarios terapéuticos” (Ríos Camargo y Urrego Mendoza, 2021).
En segundo lugar, el texto se encuentra redactado de tal modo que parece que aplica indistintamente a todas las comunidades y corrientes teóricas, y esto es especialmente importante cuando se habla de “la sociedad”, “el dolor”, “la enfermedad”, entre otras. La sociedad, o más concretamente, las sociedades o comunidades no son unidimensionales, no todas tienen la misma relación con el dolor, el sufrimiento, las tecnologías e incluso las enfermedades. Incluso en una sociedad hay múltiples interpretaciones sobre una misma cuestión.
La sociedad paliativa es un buen ejemplo del pulso social en un momento tan complejo como una pandemia mundial. Ciertos temas son planteados con más asiduidad que otros, pero de todos modos ello no le quita lo valioso. Solo que, en esta obra, pareciera que el autor se ha concentrado más en el impacto semántico de las palabras y las ideas que en una visión situada y pormenorizada de la experiencia del dolor.
Referencias bibliográficas
Espinosa, L. et al. (2018). ¿Por qué (no) leer a Byung-Chul Han? Buenos Aires: Ubu Ediciones.
Fisher, M. (2016). Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra Editorial.
Han, B-Ch. (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.
Han, B-Ch. (2013). La sociedad de la transparencia. Barcelona: Herder.
Han, B-Ch. (2015).El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.
Han, B-Ch. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.
Han, B-Ch. (2018). Hiperculturalidad. Barcelona: Herder.
Han, B-Ch. (2021). La sociedad paliativa. Barcelona: Herder.
Jünger, E. (1995). Sobre el dolor. Seguido de La movilización total y Fuego y movimiento. Barcelona: Tusquets.
Ríos Camargo, N. K. y Urrego Mendoza, Z. C. (2021). Itinerarios terapéuticos: una revisión de alcance. Revista de Salud Pública, 23(1), 1-6. https://doi.org/10.15446/rsap.v23n1.92447
Notas