Pablo George. Fundación Ceferino NaMuncurá (CHT) | pablogeorge@gmail.com | ORCID 0000-0002-8720-2670

Y sería lindo, un rato hablarlo y... ver qué pasa. Sobre un ejercicio de salida de los dilemas binarios

Resumen

Desde coordenadas psicoanalíticas, entraremos a una trama que sitúo entre los campos del discurso, de lo político, del sujeto.

A partir de una viñeta, propongo un abordaje del discurso que allí se transcribe, analizando lo que podría haber de común en el campo lenguaje-discurso con lo que se conoce como estructuras disipativas: se trata de los equilibrios aproximados, fallidos, que pueden encontrarse en dichos campos.

Partiendo también de tal concepto, se propone una perspectiva acerca de las conductas masivas y minoritarias, y se pone a consideración la posibilidad de caracterizar una enunciación como masificada o minoritaria, de acuerdo a la medida de trabajo que el sujeto pone en un caso u otro.

El artículo propone una operación en el lenguaje que denomino terceridad y que tiene que ver con la ruptura de los equilibrios que describo en el texto, y la consecuente apertura de posibilidades de una enunciación creativa, de la que la viñeta ofrece un buen ejemplo.

Finalmente, exploro la posibilidad de pensar un modo, un tipo de poder que no sea cuantitativo, que no sea asimilable al forzamiento del otro, y lo asocio a la parrhesía de Foucault.

Palabras clave: discurso, estructuras disipativas, terceridad


And, it would be nice to talk about it for a while and… see what happens. On an Excersice of Releasing from Binary Dilemmas

Abstract

A psychoanalytic approach to speech is proposed to get into a net situated in the crossing of the fields of the discourse, the subject and the political.

Starting from a vignette, an approach to the discourse there transcribed is proposed, analyzing common aspects between the field of language-discourse and what is known as dissipative structures: we are dealing with approximate, failed balances that can be found in those fields.

Taking that concept as a starting point, a perspective on mass and minority behaviors is proposed, and the possibility of characterizing an enunciation as massive or minoritarian is considered, according to the measure of work that the subject performs in one case or another.

The article proposes an operation in the language which I call thirdness, and which is related to the breaking of the balances that I describe in the text, and the consequent opening of possibilities for a creative enunciation, of which the case described offers a good example.

Finally, the possibility of thinking a kind of power that is not quantitative or equatable with the forcing of another is proposed, connecting this with Foucault’s parrhesia.

Keywords: speech, dissipative structures, thirdness





Introducción: allá lejos…

El núcleo de esta reflexión es un diálogo que tuvo lugar en el 2003, en una ONG que se proponía trabajar con «chicos de la calle»1, marginalizados, en una ciudad de la Patagonia. Mis primeros contactos como asesor (en 1992) tuvieron que ver con el ingreso de una nueva comisión directiva y su necesidad de reformar el estatuto de la entidad. El objetivo estatutario —que estaba formulado en términos de dar la copa de leche y el catecismo a los chicos— se reformuló como el de crear las condiciones de posibilidad para que los participantes confronten su propio deseo y se den alternativas de operativizarlo organizándose con pares.

Desde el comienzo mi interés me llevó hacia una interrogación relativa al lenguaje y los discursos. Como suele suceder, las preguntas se reformularon, llevaron a respuestas provisorias, y dieron lugar a sucesivos escritos, varios de ellos con profesionales y docentes de la institución en la que trabajé varios años.

A modo de síntesis del largo —e inconcluso— trayecto de mi reflexión hasta hoy, hago algunas observaciones que me interesan en función de la anécdota que presentaré.


I. Lo binario y los equilibrios en el lenguaje y en los discursos: Freud (especialmente 1891; 1895; 1910)

El lenguaje, como lo entendemos en psicoanálisis, se ordena en términos de oposiciones binarias. En todos los casos el lenguaje y —por ende— el discurso, se ordenan de ese modo: no es una peculiaridad del lenguaje de sectores marginalizados. No obstante, sí puede observarse que en dicho corte social, la identidad estigmatizada —proyectada por otros grupos sociales sobre esta población— es asumida acríticamente en la mayoría de los casos, por lo que en oposiciones del tipo feo-lindo, malo-bueno, ignorante-inteligente, incapaz-capaz, etc., el lugar asumido por sujetos marginalizados es el de la interpelación ideológica, retransmitida por los múltiples aparatos ideológicos: el lugar de lo peor, el de los feos, malos, ignorantes, incapaces, etc.

En los diversos casos que fuimos conociendo, y —no pocas veces— en los devenires de algunos de estos jóvenes, notamos que los pares binarios podían verse en uno u otro de tres diversos estados caracterizables a partir del modelo de estructuras disipativas, de Prigogine2: lo que aquí llamo pares (de las oposiciones) pueden estar en equilibrio, cerca del equilibrio, o lejos del mismo.

Las estructuras disipativas tienen —como característica específica— la capacidad de no caer en la determinación entrópica. En termodinámica, la entropía establece que la energía es constante, que cada vez que se la usa se degrada, es decir, es menos el remanente reutilizable. Por ello los organismos tienden a ahorrar energía, a limitar sus esfuerzos. Por la capacidad de contrariar eventualmente esa tendencia (y empleando con la mayor libertad el concepto) puede decirse que las estructuras disipativas son capaces de salir del orden (que, para mayor ilustración, llamaré orden de lo muerto) y acceder a la organización (propia de lo vivo, de los organismos).

En términos de la organización del lenguaje en producciones discursivas, éstas pueden distribuirse y graficarse como sigue:

En este panorama, la posición del sujeto marginalizado, su persistencia en esa posición de resignación en las antítesis mencionadas —sólo interrumpida por las expresiones de violencia, sólo matizada por momentos de confianza, de alegría por logros progresivos— no podía reducirse a una mera característica de una supuesta identidad social, puesto que se trataba de que confrontaran su deseo y ninguno de ellos vivía una vida deseada3.

Los procesos de equilibración, desequilibración y reequilibración pueden encontrarse en los corpus freudiano y lacaniano; en Freud el lenguaje es abordado como un aparato de conmutaciones, cuya función es la de establecer equivalencias aproximadas, tolerables, pero necesariamente fallidas entre los subsistemas psíquicos que él consideró. Hay además una equivalencia en juego en el concepto mismo de representación: algo vale por otra cosa, la representa, así sea un carretel por una madre, o la interjección «ooo-aaa» para nombrar rudimentariamente la ausencia y la presencia de esa madre.

En segundo lugar, dicha equivalencia se define en Freud en términos de identidad, en los procesos primario y secundario; ha de entenderse como la tendencia a recuperar un equilibrio (equivalencia/identidad), lo que, en términos de estructuras disipativas, es una variedad limitada de estados de referencia. En el proceso primario, se trata de la recuperación —siempre fallida— de la identidad de percepción, en tanto, en el secundario se trata de la recuperación —igualmente fallida— de la identidad de pensamiento. En este contexto el uso del término identidad debe entenderse a la luz de lo que señala N. Romé (2009: 67): «allí donde se persigue la identidad, aparece la equivalencia como único modo posible e imperfecto de unificación». En una perspectiva también freudiana, además, este proceso consiste en equilibrios entre elementos (términos) de sentido antitético, como se ve en el texto de Freud, de 1910.

Una vez que el sujeto ingresa al campo del lenguaje, y que la operación de castración lo desaloja del punto en el que el deseo materno (constituyente) lo equipara a lo completante/completado, comienza el juego de permutaciones, que parten de la pretensión de mantener las equivalencias que hacen al equilibrio, de reiterar la pretensión de lo completante/completado. Juega aquí la equivalencia que hace al equilibrio de la identidad; Saussure (1945: 196) indicó que el valor es «un sistema de equivalencias entre cosas de órdenes diferentes». Por ejemplo, el estatuto del objeto en Freud (1917: 2035) queda claramente situado en las coordenadas de las equivalencias en la serie «excremento-dinero-niño-pene».

El desarrollo teórico freudiano sobre el lenguaje debe considerarse, además, a partir de los textos: Las afasias (1891), Proyecto de psicología para neurólogos (1895), y —podrían añadirse— la Carta 52 (1896), y La interpretación de los sueños (1900) y Acerca del sentido antitético de los términos primitivos (1910).

¿Qué indican las construcciones antitéticas en un lenguaje (primitivo o no)? El sentido antitético no sólo es indicio de una ausencia del principio de contradicción: puede decirse que aparece en función de un «principio de límite»: un término limita/balancea al otro. Podría objetarse que esta limitación no es tal, ya que los sentidos propuestos por Freud en 1910 se afirman (como alto-bajo, p. ej.), por lo que se trataría de una falta de contradicción y no de una restricción recíproca. La mera afirmación de que coexisten sin contradicción, en sentido lógico, no autoriza a decir que «eso es todo». La limitación que señalo se encuentra en las restricciones que hacen al funcionamiento del cuadrado semiótico de Greimas (1990), que lo desarrolló en base a los lineamientos lingüísticos de Saussure; en dicho esquema, que se refiere a legalidades propias de la gramática y por ende representa un nuevo nivel con respecto al abordado por Freud, se ve cómo aparecen posibles ciertas operatorias y no otras, y se establecen ciertas relaciones y no otras; en el cuadrado semiótico las relaciones opuestas y coexistentes son denominadas específicamente contrarias; en cuanto a las relaciones contradictorias se trata de dilemáticas, excluyentes: uno u otro. Se advierte más claramente la limitación aludida a medida que los términos de una oposición binaria se distinguen y distancian entre sí, y que un término puede aparecer por su antitético —en su lugar— reduciendo los problemas que el elemento que no aparece suscita en el aparato psíquico; por supuesto, venía hablándose de sentidos antitéticos (Freud, 1910) y se ha pasado a hablar de términos antitéticos (Greimas, 1990) pero el asunto de fondo no cambia: en ambos casos se aplica el enfoque del balance y la limitación. Menciono esto porque hace al enfoque del lenguaje como sistema en, lejos y fuera del equilibrio, entre valores o magnitudes que se dan en los elementos significantes de las mentadas oposiciones.

La idea de la limitación puede ayudar cuando se trata de razonar acerca del lenguaje en su relación con un goce (y no con la comunicación). El lenguaje opera en un campo de mutuas restricciones que permiten una serie de transacciones tolerables para un sistema psíquico. Es el campo de las satisfacciones sustitutivas cuando éstas pasan por el lenguaje de acuerdo a los equilibrios/equivalencias a las que he hecho referencia. Freud lo afirma cuando se refiere a la manifestación de una imagen onírica por otra, cuando ambas son contrarias. Si se tiene en cuenta que un término limita al otro, la satisfacción consiste en la reducción de la intensidad displacentera o traumática ligada a uno de los términos de un binomio de opuestos.


II. Lo binario y los equilibrios en el lenguaje y en los discursos: Lacan

En cuanto a los textos de Lacan, identifico tres distintos tipos de equilibrio dentro del mínimo conjunto significante que suponen los conceptos lacanianos de inconsciente estructurado como lenguaje y de sujeto: entre S1-S2; interno a S2; y de $ entre S1-S2.

En base a un texto princeps sobre el concepto lacaniano de lenguaje como La instancia de la letra…, de 1957, deben señalarse también dos aspectos asociados a las leyes del significante: la combinación de significantes en base a un eje vertical, de sustitución, y a otro horizontal, de encadenamiento, respectivamente. La condición de posibilidad de toda sustitución y de todo enlace, como en la metáfora y la metonimia, es una equivalencia sui generis, según la cual es posible uno y otro tipo de enlace/permutación. En el caso específico de la metáfora se trata de un significante que aparece, equivaliendo, en lugar de otro, reprimido. En la metonimia hay un enlace equivalente a S1.

La gama de formatos/modos del equilibrio en el corpus lacaniano incluye:

∙ La especularidad como modo óptico de equilibrio en la conceptualización del sujeto en el momento de su ingreso al lenguaje.

∙ La estructura que el significante lacaniano heredó del significante saussureano: su vínculo diferencial, opositivo y negativo respecto de los demás significantes, que constituye una compleja red de equilibrios entre opuestos.

∙ Además, hipotetizo que el formato de escritura de los cuatro discursos, a modo de una proporción, podría considerarse otro recurso al equilibrio de lo desproporcionado en Lacan (como se cita en Sous, 2009). Que no haya proporción a nivel de lo encontrado no debe impedir notar que la hay a nivel de lo buscado.


III. Las condiciones de posibilidad de una enunciación creativa

Cómo entender el ordenamiento recién indicado, y cómo operar en el mismo para crear las condiciones a las que se refería el nuevo objetivo de trabajo ya mentado, y que suponía la posibilidad de una producción discursiva crítica y creativa de parte de los jóvenes participantes. Surgen, así, dos aspectos: 1) uno no-lingüístico y 2) uno de tipo lingüístico.

1) Sobre el aspecto no-lingüístico, orientó el pensamiento complejo: en los años ’70, el jesuita Juan Luis Segundo4 conceptualizaba las ideas de masa y de minoría a partir de tres referencias marcadamente distintas entre sí (Marx, Ortega y Gasset, Jesús de Nazareth) pero convergentes en un punto que destacaré: en los tres casos Segundo define masas y minorías en relación a la entropía: en disciplinas como la física y la química, el principio de la entropía establece: a) en el sistema «universo» la energía es constante, ni aumenta ni decrece; b) en los organismos «superiores» la energía no es mayor que en el resto; se distribuye de otro modo; c) la tendencia general es a la degradación de la energía: con la actividad de cada ser vivo, la energía se transforma en formas cada vez menos utilizables; d) lo que —en términos prácticos— da que los cuerpos —y los organismos tanto individuales como multiindividuales— tienden al enfriamiento, tienen cada vez menos energía utilizable; por ello tienden a ahorrarla, a gastar y a trabajar lo menos posible: tienden a lo inmediato, lo dado, lo más simple y menos costoso o exigente.

¿En qué sentido estas consideraciones permitirían un acceso más conveniente al problema de la producción discursiva novedosa y capaz de dar forma discursiva a la verdad del sujeto? Podemos pensar una de las facetas del discurso desde la perspectiva de esta ley del menor esfuerzo: la .

A modo de reseña básica, el principio de la entropía da así una caracterización esquemática de dos tipos de disposición enunciativa: la masiva, definida por tender al menor esfuerzo, al menor gasto, a la quietud, a la simplificación y la inmediatez y —por ello— tendiente a la masificación; y la minoritaria, definida por su capacidad de hacer un mayor gasto o trabajo en función de mejores soluciones. Obviamente, la última refleja la característica de las estructuras disipativas que he señalado.

Hay aquí una concepción de lo masivo, que se liga al movimiento de la alienación: la tendencia masiva se empalma a la alienación como la concibe el psicoanálisis. El devenir de un sujeto en su singularidad depende de su habilidad para plantear y decir distinciones, especificaciones irreductibles, de salirse de los bretes de las oposiciones binarias a las que el lenguaje de la sociedad que le da el instrumental para reconocerse lo ha arrojado, aún antes de nacer. Problema netamente psicológico y cultural: el de las distinciones.

Entonces, digo que parte de la dificultad de lograr una posición subjetiva adecuada en cuanto al problema de la producción de un discurso autónomo, la posibilidad de exigirse más (en los términos de un Lenin o un Ortega, citados por Segundo, 1973), tiene que ver con una capacidad de trabajo por distinguirse de/en los discursos establecidos y previsibles, de los bretes u oposiciones de la lógica binaria por ellos impuestos.

2) Acerca del aspecto lingüístico al que hago referencia, lo presento como una operación específica sobre el brete significante del sujeto, operación que denomino terceridad. Diré que no tiene ninguna relación con la síntesis hegeliana, con el tercero excluido y el justo medio aristotélicos, ni con la terceridad peirceana. En síntesis, puede decirse que es una distinción (término que pongo en su relación etimológica con el de distancia) entre los elementos del par binario de antitéticos; como un relevo de significante final (Peirce), como presión sobre lo imposible5, y como posibilidad de producir un discurso novedoso, como el que aquí se tratará. En su núcleo esta terceridad consiste en impugnar los términos de las oposiciones que embretan al sujeto: ni-ni, ni blanco ni negro, ni malo ni bueno, una tercera posibilidad que podrá ser cualquiera, siempre que esté fuera del segmento definido.

Esta terceridad destaca ahora como situación enunciativa original, en la que el sujeto se halla:

∙ impugnando las oposiciones binarias que lo embretan;

∙ rompiendo el equilibrio que lo funda en su identidad primera;

∙ presionando sobre lo imposible del discurso en el que se sitúa;

∙ situándose el sujeto como agente de su verdad,

∙ y —por ende— en condiciones de hacer una enunciación creativa.

Dicha terceridad ilustra —por contraste— lo que es el bla-bla entrópico del discurso repetitivo de S1, el discurso del goce-sentido, de lo unario, e ilustra en sí misma la posibilidad de la disipación. Disipación que es el horizonte de un análisis, que fluye hacia un S1 como producto, propuesto por Lacan en el Seminario XVII como máximo logro posible en un análisis.

Defino la terceridad mediante tres características:

- Terceridad como distanciamiento y como distinción entre los términos de las oposiciones binarias del brete subjetivo. Es posible localizar una apoyatura de este aspecto de esta operación en el mismo Lacan, en la clase 17 del Seminario XI, cuando dijo:

Por la separación el sujeto encuentra, por así decirlo, el punto débil de la pareja primitiva de la articulación significante, en tanto que su esencia es alienante. En el intervalo entre estos dos significantes yace el deseo ofrecido a la localización del sujeto en la experiencia del discurso del Otro, del primer Otro con el que tiene que ver, (…) para ilustrarlo, la madre (Lacan, 1964: 226-227).

- Terceridad como presión sobre lo imposible. En el texto de Lacan (1977), se lee: «Sólo presionando lo imposible hasta sus últimas posiciones la impotencia puede hacer girar el paciente hacia el agente… para que la impotencia cambie de modo».

- Terceridad en cuanto al relevo —radicalizado— de interpretante (final). Peirce6 se refiere a este elemento como lo que hace que se entiendan en una community of inquirers; se trata del punto de capitón de Lacan o del designante rígido de Kripke (como se cita en Zizek, 2003). Es aquello que hace que igualdad, libertad o cualquier otra categoría signifique algo definido —pero diverso— entre una comunidad de liberales, y otra de comunistas, y otra de feministas, etc.

Si se piensa en términos de un orden secuencial, estos tres aspectos son la condición de posibilidad de que finalmente se alcance lo que he mentado como impugnación.

La terceridad no rechaza un contenido significante, ni una carga, ni un valor; impugnar es modificar su posición en la estructura, en el sistema, en la serie/secuencia de la repetición.

Lo digo en términos conocidos en nuestro país: ni yanquis, ni marxistas; o como lo planteó García Linera (2015): ni Cristo, ni Marx, la consigna indigenista en Bolivia. ¿Es posible? Lo es, en la medida en que podemos ser ateos de los fetiches de la política, del S1 de cada quien.

En esta articulación entre el lenguaje y las estructuras disipativas, debo indicar que las fluctuaciones desde el equilibrio al desequilibrio, y viceversa, se producen por las incidencias de los denominados atractores7.

Convencionalmente se distinguen dos tipos; a) atractor estático, el que tiende a detener el movimiento: se los grafica a modo de una cuenca. Nicolis (1996: 78) se refiere a ellos como los estados de referencia del sistema; b) atractor caótico, el que tiende a producir el movimiento a causa de que desequilibra.

Los atractores, en este contexto, son las diferencias, en más y en menos, que hacen al equilibrio y al desequilibrio de lo idéntico.

Han de considerarse, además, los flujos de elementos cualitativos y cuantitativos, un constructo necesario en este marco. Los flujos circularían de atractores a atractores, i. e., de lo denso a lo fluido y viceversa.

A resultas de estos factores pueden llegar a producirse puntos de bifurcación: Prigogine ha postulado que cuando se rompe el equilibrio de un sistema, éste muere (desaparece, se deshace), o muta; indica que «los puntos de bifurcación son puntos singulares que corresponden a cambios de fase en el no-equilibrio» (1987:15).


IV. Una viñeta

Presento ahora un fragmento desgrabado del diálogo que mantuve en 2003 con B, uno de los primeros participantes de la ONG referida en el inicio de este escrito.

En el ámbito en el que relaté que trabajaba, el instructor de la bloquera (A) me solicitó que hablara con uno de los participantes (B) porque lo notaba alejado. El presidente de la entidad sabía que B vivía en una casa de madera, en uno de los barrios periféricos de la ciudad; se trataba de una casa pobre entre las casas pobres (por lo general, construidas de material). Hombre de cálculo, el presidente le dijo al instructor (A) que le dijera a B que podía hacer su casa de bloques: que B comprara las bolsas de cemento; la ONG aportaría la granza y la arena y la máquina bloquera. Era una invitación al progreso y el presidente fue claro: no quiero vagos; B debía decidir si estaba dentro de la ONG (valorando esta invitación al progreso) o fuera de ella (con lo que quedaba situado como un vago).

Véase ahora el discurso de B, en el que comenta cuánto le molestó que A le dijera que tenía que decidir si estaba adentro o afuera (de la entidad en la que ambos participaban, A como instructor y B como aprendiz).
—(B.) «Ese fue el único día que yo me sentí... como la mierda ¿viste? En el sentido de que no fue mi intención ni antes cuando hubieron cosas que pasaron y yo,... me las tuve que guardar o a veces contaba y a veces no me daban pelota ¿viste?... Y yo ¿a quién le contaba?
—(B.) No! Eso no má’, lo que me dijo..., y... pero ‘alejarme’ no más, no es... estoy, pero estoy ‘ahí’, estoy mirando, aprendiendo un poco má’... Aprender a ver cómo se están moviendo ¿Viste?... para seguir, para seguir el ritmo, viste, cómo se mueve,… uno todos los días aprende algo nuevo, es así... Me sirve todos... todos los días no, pero de vez en cuando... algo nuevo, uno siempre... aprende.(...)
—(B.) A. dice, bueno, ‘vos sabés bien, te vas adentro o te vas afuera... te poné’ de un lado’. (...)
—(B.) ¡Claro! No podés hablarme así, si yo sé, no podés decirme todo siempre a mí, si yo sé para qué lado estoy jugando! (B. participa en la entidad desde hace más de diez años).
—(B.) ¡Claro! Siempre me está diciendo ‘si jugás adentro o jugás afuera’,... si yo hubiese jugado afuera... y, digo ‘bueno, hacé la tuya, mandá vó’ y hubiera sido como uno má’ no má’. (Nótese: ser uno más vs. ser uno especial).
—(B.) Y voy bien. ¡No!, me dijo, ‘no lo tomes como una cagada a pedos, yo te entiendo B’ dice, ‘yo te entiendo, que te debe caer para la mierda’, dice. Y,... es así la regla de juego. ¿Viste? Después antes de irse, dice, ‘bueno, o estás de un lado o estás del otro’. Y, ahí, ya me da ganas de mandarlo a la mierda. ¡Y no é’ así!...
—(B.) Si yo primero construyo mi familia…, después construyo mi casa.
—(B.) ¡Claro! Después arrancamos de nuevo... Él tiene esa cosa así, yo lo entiendo ya, ya lo conozco, y él me conoce a mí, entonce’ dije ‘bueno’ y arrancamo... Pero habría que charlarlo, sí. Y sería lindo, un rato hablarlo y,... ver qué pasa».

A) Análisis desde el cuadrado semiótico (Greimas, 1990)8. en este caso, el sujeto indica que antes estaba afuera porque o se callaba o, si hablaba, no se le daba pelota. Que ahora habla y por lo tanto está adentro; pero nótese que también dice que no se lo oye, que por momentos quien lo conoce lo desconoce. Las polaridades básicas, en este caso, serían ANTES-AHORA / AFUERA-ADENTRO.

Es notable que el ejercicio de terceridad de ‘B’ le permite salirse de las oposiciones, en expresiones como: si yo lo conozco, si yo sé para qué lado estoy jugando, sería lindo un rato hablarlo y… ver qué pasa, por ejemplo; especialmente cuando formula: yo primero construyo mi familia…, después construyo mi casa.

B) Para dimensionar el trabajo de este joven en relación a la potencia del mensaje —que venía del presidente de la entidad, quien administraba la asignación de planes sociales a los participantes de los diversos programas de la entidad— hay que considerar ciertos datos biográficos de ‘B’: a sus 9 años, la madre falleció en un parto; a consecuencia de ello, el padre se suicidó. ‘B’ y sus hermanos estuvieron al cuidado de familiares violentos; años después una piadosa mujer adoptó a los hermanos, pero no a ‘B’ porque era rebelde. Sobre este trasfondo resuena más el «construyo mi familia».

C) Nos introducimos así en un punto medular de la terceridad; notemos: cuando se le plantea —a través del dilema del ‘adentro/afuera’— que está (o puede llegar a estar) afuera, no responde en simetría inversa: podría haber dicho que el que está afuera es su interlocutor, o que no es cierto que esté afuera; dice ‘yo lo conozco y él me conoce’, ‘yo lo entiendo’, ‘sería lindo un rato hablarlo, y ver qué pasa’. Este recorrido queda totalmente fuera de esquemas de sometimiento o de enfrentamiento; el sujeto dice que está adentro, pero está ‘mirando’, ‘aprendiendo’, tratando de tomar un ‘ritmo’. Son sus expresiones de apertura a la alteridad, desde un adentro propio: no es el de la imposición.

D) En el fragmento citado, en 13 oportunidades aparece el adverbio no. La intensidad de este empleo del mismo ilustra la posición de agente en el discurso: expresa una precondición a la verdad, con lo que el agente tiene de αγειν (gr. agein: lit. conducir; raíz de agenda y de otros términos castellanos). Ese “«no» traduce el «ni» que he señalado (ni adentro, ni afuera), por eso es precondición de una verdad.

E) Dentro del acotado marco institucional y cultural, una voz retransmite una interpelación desde el poder: estás adentro (si hacés lo que yo digo) o estás afuera. He querido mostrar la importancia de esa pieza de un pensamiento crítico que llamo terceridad. Al lado de esta operación tiene que haber un acceso claro al propio deseo, sin lo cual la mera terceridad desemboca en casi nada.

F) Es notable —en esta escala— que el poder no se define como la influencia de quien encabeza una institución sobre sus portavoces, ni la de éstos en los usuarios de los servicios institucionales; se trata, más bien, de lo que ilustra el discurso del Amo, como lo pensó y escribió Lacan.

Ese discurso, presidido por S1, el significante llamado unario, primera marca de goce en la historia de un sujeto: por su lugar en el esquema, este S1 está en relación de imposibilidad con el S2, que se sitúa en el lugar del Otro. Lo que lleva a decir que el esquema de este discurso escribe muy bien lo que siempre se supo: con el Amo no se dialoga desde un saber que no sea el suyo. ‘B’ no entra en una confrontación; va balizando su espacio de enunciación mediante los «no» comentados en el punto D.

G) ¿Cuáles son los límites del/al poder? Un primer límite es el miedo: al poder del otro y/o al poder propio. Otro límite es el de la ineludible imposibilidad: nunca es posible todo. En el caso de ‘B’, entre los no y su terceridad, aparece un nuevo tipo de límite que tiendo a caracterizar —más que como un límite al poder que dictamina qué hay que hacer— como una afirmación clara, simple, genuina del deseo del sujeto. ¿De qué poder se trata en la situación que consideramos aquí? Con permiso del autor, lo denominaré con la expresión de un amigo: poder genitativo9, nombre que tiene la doble ventaja de remitir a lo que engendra y a lo fálico-genital, lo que en este caso —además— es más que conveniente puesto que se trataba —para ‘B’— de edificar su familia.

H) En cuanto al modo potencial de «Y sería lindo, un rato hablarlo y,... ver qué pasa», señalo el valor de hablar sobre los disensos y de hacerlo cordialmente. Totalmente fuera de un conflicto simétrico,«B» señala algo lindo más allá del disgusto que le causa el mensaje que le han dirigido; hablarlo y ver qué pasa es una invitación a producir algo novedoso y posible, es la práctica de poder genitativo.

I) ¿Corresponde pensar el poder en singular o se trata de un campo plural? Quizás «el» poder no es sino una pluralidad —poderes— que requiere abordajes distintos o, al menos, diferenciados en cada caso. En esta situación sería necio negar que hay una asimetría entre el presidente de una ONG, su portavoz y un participante que parece no tener otra alternativa que cumplir con las tareas —frecuentemente más asignadas que elegidas— que le corresponden. Puede observarse y analizarse un modo de poder que impide la imposición, permite captar una posición que no es la del sujeto atrapado por la interpelación. Es que en este tema se tiende a concebir el poder como fuerza, de un modo toscamente físico. Es uno de los lugares comunes o sobreentendidos a los que me referí al comienzo de este artículo. ¿Hasta qué punto, de qué modos, el poder es exclusivamente un problema de una única modalidad de fuerza? No me propongo responder esta cuestión, sino sólo plantearla, abrirla e invitar a tratarla investigando qué aspectos podrían quedar fuera de categorías meramente cuantitativas. Foucault lo trató como parrhesía:

La parrhesía es en cierta manera una palabra que está arriba, por encima del estatuto de ciudadano, diferente del ejercicio liso y llano del poder. Es una palabra que ejercerá el poder en el marco de la ciudad, pero en condiciones no tiránicas, es decir, con libertad para las demás palabras (…) admite la libertad de otras palabras y la de quienes tienen que obedecer, que les deja libertad…. (Foucault, 2009: 71).
La parrhesía debe buscarse en el efecto que su propio decir veraz puede producir en el locutor (…) es abrir para quien dice la verdad cierto espacio de riesgo, plantear un peligro en el que la existencia misma de locutor va a estar en juego, y eso constituye la parrhesía. Los parrhesiastas son aquellos que (…) más exactamente, (…) se proponen decir verdad a un precio no determinado, que puede llegar hasta su propia muerte. Y bien, ahí está, me parece, el nudo de lo que es la parrhesía (Foucault, 2009: 75).

En tiempos demasiado propensos a un cierto cálculo de costos, en los que pertenecer al club de los iguales parece la condición sine qua non de cierta forma de dicha, podemos redescubrir un espacio del devenir, a partir de la terceridad y de decir la propia verdad «a un precio no determinado»: un espacio de poder del sujeto (poder no-concedido, no-delegado). Un poder que no es asimilable a una fuerza, no es cuantitativo.

El poder es descrito en general desde los poderosos. Nos toca indagar el poder de quienes no podrían ser calificados así, de quienes ejercen un poder desde otra posición. Como creo que resulta evidente ahora, «B» ha dado una lección de parrhesía, de un ejercicio de poder genitativo, capaz de engendrar y puso límites a un poder institucional. Me parece que nos toca explorar, comprender, ejercer éste y otros tipos de poderes. Y me parece que es a partir de la impugnación de todos y cada uno de los bretes que van apagando verdades en nombre de «la» verdad. Se trata del poder-coraje de un sujeto que sostiene su deseo no en otro al que se aliene obediente o del que se separe oponiéndosele.


V. Comentarios finales

En la introducción situé esta reflexión entre los campos del discurso, de lo político y del sujeto. He tratado de articular estos campos en una trama en la que lo político consiste en trabajar en contra de la tendencia al menor esfuerzo (la entropía) en uno mismo. He querido mostrar que eso significa salir de equilibrios, de balances, confrontando lo que no pertenece, lo que no calza en dichas paridades. Que el poder, entonces, no es traducible como fuerza, sino más bien como trabajo y lo he puesto en relación con lo genitativo, lo que engendra lo novedoso (distinto de lo nuevo de la mera repetición: de nuevo) y con la idea de parrhesía elaborada por Foucault.

He mostrado todo esto en un caso, en el que el protagonista es un joven que parte de todas las desventajas posibles; he tratado de mostrar, así, que se trata de una opción que no se aprende en la escuela o la academia, en la militancia uniformizada o en los cálculos de la conveniencia («hacete amigo del juez»).

Sapientia: ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor. (Barthes, 1998).

Notas

1. Desde ya —lo señalo aunque es evidente— esta expresión sitúa el grupo al que alude en un no-lugar; no son chicos nuestros, ni siquiera son portadores de alguna marca que suscite alguna forma de empatía: son «de la calle»…

2. Por sus investigaciones en este tipo de estructuras Prigogine obtuvo el Premio Nobel de Química en 1977. Básicamente, se trata de estructuras que pueden oponerse a la entropía, en cuanto ésta lleva al ahorro de trabajo.

3. La marginalidad se caracteriza, entre otras cosas, por una vida en la inmediatez: cada día hay que buscar un modo de supervivencia.

4. Segundo, J. L., (1973, 33-34), Masas y Minorías: En cuanto al primero [Marx], hizo previsiones tanto de contenido económico como de contenido humanitario. Supuso que las leyes de la economía desembocarían, en Inglaterra y Alemania especialmente, en una maduración del proletariado, que mediante la toma de conciencia llegaría a una etapa socialista y —luego— a una etapa comunista. En esta última fase, los hombres ya liberados de los mecanismos alienantes del lucro podrían ejercer sus vocaciones individuales en coincidencia con las necesidades sociales. Con este panorama, Lenin señala que —en su perspectiva— la historia indica que la clase obrera, per se, no llegará a la conciencia revolucionaria, sino sólo a la conciencia sindical, que busca reivindicaciones parciales, inmediatas y fáciles. La conciencia revolucionaria llegará desde otra instancia: la vanguardia. Lenin afirma: la masa «se mueve en la dirección del menor esfuerzo» espontáneamente [Lenin, citado por Segundo]. Ortega y Gasset caracterizó las minorías por exigirse más que el resto, por rechazar la ley del menor esfuerzo. Así, al describir la relación entre masas y gobierno, sostiene que, si el segundo está abierto a las demandas de la primera, «vive al día», se hunde en lo inmediato: las masas reclaman soluciones simples, inmediatas, rápidas. En Jesús de Nazaret, se encuentran expresiones desde las que se propone un tipo de existencia marcado por la capacidad de dar/hacer de más: «Si Uds. sólo saludan a quienes los saludan ¿qué hacen de más?» (Mt. 5.47). El estilo de vida que propone el fundador del cristianismo comienza en el «de más», en la gracia, trascendiendo de la tendencia al menor esfuerzo.

5. Referencia a una expresión de Lacan: «sólo presionando lo imposible hasta sus últimas posiciones, la impotencia adquiere el poder de hacer girar el paciente hacia el agente» (1977: 76). La misma alude a la relación de imposibilidad que él mismo ubicó entre S1 y S2, en el discurso del Amo, y entre α y $, en el discurso del analista. Importa subrayar su idea de un giro del paciente a la posición de agente.

6. No entraré en consideraciones acerca del sistema semiótico peirceano, ya que la referencia es exclusivamente a título de ilustrar qué quiero enfatizar sobre mi concepción de terceridad. Me limito a tomar esta categoría peirceana en el sentido en que la presenté: como interpretante final, en lo que lo asocia a lo que Lacan describió como punto de capitón.

7. Otro concepto de Prigogine, en el marco de su teorización sobre las estructuras disipativas.

8. Este método despeja las oposiciones básicas que estructuran un discurso; pone en términos metodológicos el postulado saussureano sobre las relaciones opositivas, diferenciales y negativas de los significantes.

9. Dr. VALLEJOS, Juan Carlos. Comunicación personal el 10/6/20.


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Acerca del artículo

El presente trabajo se deriva de un diálogo que se desarrolló en el año 2003 en un programa llevado adelante por una ONG que se proponía trabajar con «chicos de la calle», marginalizados, en una ciudad de la Patagonia.

Fecha de recepción: 29/8/2020

Fecha de aceptación: 9/2/2021